¡Luz! ¡La luz!



Dicen que cuando uno va y la diña, va hacia la luz. Es como un túnel, dicen, y tú caes hacia la luz. Cuando llegas a la luz, ¡pam!, te descubres en la cama del hospital o tocando el arpa sobre una nube. 

Dejando a un lado que este fenómeno tenga una explicación neuronal, incluso si no la tuviera, que ahora venga el señor ministro y diga que tranquilos, que ya vemos la luz al final del túnel, no sé si tranquiliza o pone nervioso. ¡La luz! ¡La luz! gritan sus seguidores, y corren hacia ella como los mosquitos hacia las bombillas. Si prestan atención, oirán el clinc, clinc, clinc, de sus choques contra el cristal.

Los críticos comentan, con mala leche, que no es la luz al final del túnel, sino el cielo desde el fondo del pozo. Pero éstos quizá sean pesimistas.

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