Artemisia, ¿modelo de Caravaggio?


Uno de los amigos de parranda de Michelangelo Merisi, conocido como el Caravaggio, fue un pintor llamado Orazio Gentilleschi. En 1603 fueron ambos acusados por injuriar a Giovanni Baglione y escribir unas coplillas que se burlaban del pintor Coglione (Cojones), un asunto que trajo mucha cola y que fue el hazmerreír de toda Roma. Gracias a las actas de ese juicio y a otros documentos de la época, sabemos que Orazio y Michelangelo eran más que conocidos.

Cuando Michelangelo Merisi se enfrentó a la capilla Contarelli, en la iglesia de los franceses en Roma, tuvo claro que tenía que pintar tres escenas antes del Jubileo de 1600. Una, la conversión de San Mateo; otra, su martirio; una tercera, San Mateo escribiendo su Evangelio. Las dos primeras escenas estarían a lado y lado del altar. Mirando hacia él, la conversión a la izquierda y el martirio a la derecha; enfrente, la escritura del Evangelio.

Cuando se abrió la capilla en 1600, después de veinticinco años inacabada, faltaba todavía el San Mateo en el altar. Pero las escenas de la conversión y del martirio causaron una profunda sensación entre el público. Caravaggio, hasta entonces sólo conocido por los coleccionistas y diletantes del arte, se convirtió de la mañana a la noche en una celebridad. Saltó a la fama, como dicen ahora, le llovieron los encargos, pintó la capilla Cerasi, etcétera, y eso explica, en parte, por qué tardó entre uno y tres años en entregar el primer San Mateo y el ángel, entre 1601 y 1603.

El cuadro objeto de mis deseos.
Se perdió el 5 de mayo de 1945, en un incendio, en Berlín.

La historia es conocida. La primera versión del cuadro mostraba a un San Mateo en verdad desconcertado. Un angelito bellísimo guiaba su mano, como enseñándole a escribir. Un ángel impertinente, mandón, frente a un evangelista que tenía toda la apariencia de ser analfabeto y simple. (De hecho, Mateo, el evangelista, era recaudador de impuestos y sabía de letras y números, a la fuerza.) El mensaje era claro: el Evangelio nació con la ayuda de Dios, fue obra de la inspiración divina y se escribió bajo supervisión de las potencias celestiales. Hasta aquí, todo correcto y de acuerdo con la Santa Madre Iglesia.

Pero... Es posible que el modelo empleado por Caravaggio fuera un mozo de las cuadras del cardenal del Monte, de nombre (también es casualidad) Matteo, borrachuzo, cabrón, seguramente analfabeto y modelo habitual del pintor, pues aparece en otras obras. Conocido en todo el barrio, la elección del personaje levantó suspicacias entre los sacerdotes del Cabildo de San Luis, porque, en efecto, nada más adecuado que verlo recibir lecciones de una niña impertinente (de una niña, repito) sobre cómo hay que agarrar la pluma para ponerse a escribir. Para los vecinos del barrio, la santa escena tendría todo el aspecto de una caricatura.

En el cuadro, además, San Mateo ofrece la planta del pie al público y puede verse sucia y (me atrevería a decir) pestilente, más propia de un peón o un mozo de cuadras que de un gran evangelista al uso de aquel entonces. Para colmo de males, cuando el sacerdote alzaba la hostia en el momento de la consagración, ésta quedaba a la altura misma de la planta del pie y los sacerdotes del Cabildo de San Luis fueron sumando ultrajes y acabaron rabiosos y furiosos con Caravaggio.

Cuentan que no rompieron y quemaron el cuadro ahí mismo porque Vincenzo Giustiniani, el señor marqués de Bassano, mecenas y amigo de Caravaggio, se interpuso (físicamente) entre el cuadro y los curas. Ofreció una solución al gusto de todos (es decir, a su propio gusto). Compró el cuadro a Caravaggio (si no recuerdo mal, por doscientos escudos, una fortuna en aquel entonces) y Caravaggio, para cumplir con el contrato de la capilla Contarelli, pintó otro San Mateo y el ángel más... más... Digamos que más aceptable. Es el que todavía se puede ver in situ, en Roma. 

Observen la postura forzada del santo y el precario equilibrio del taburete.
El trompazo está asegurado.

Oh, sí, más aceptable, aunque Caravaggio les coló una trampa a los del cabildo. Fíjense el precario equilibrio del santo sobre el taburete. Aparece el ángel, el sabio alza la vista, se asusta, el taburete está la mitad aquí y la mitad allá... Si la escena prosigue un segundo más, ya tenemos a San Mateo por los suelos. El recurso del taburete dota al cuadro de profundidad y convierte al cuadro en una ventana a la realidad, como decía Leonardo da Vinci en su Tratado sobre pintura, que Caravaggio había leído muy atentamente.

El primer San Mateo y el ángel fue mutilado. El marqués se llevó alrededor de un palmo de tela para que hiciera juego con otros tres evangelistas que tenía y así completar la colección. Hoy nos escandaliza, pero esas cosas solían hacerse. Siglos más tarde, el cuadro acabó en Berlín, en la primera mitad del siglo XIX, y el 5 de mayo de 1945 se perdió para siempre en un incendio de la torre antiaérea de Friedrichshain (la Leitturm Friedrichshain), que seguramente fue provocado por un descuido de los soldados rusos que la visitaron y no, como dicen muchas fichas artísticas, a causa de un bombardeo. Sólo se conserva del cuadro una fotografía del catálogo de los Museos de Berlín, en blanco y negro.

Hasta aquí, todo más o menos documentado. Ahora comienza mi (alocada) teoría y mi proposición. Sabemos que Orazio Gentilleschi tenía un par de alas (¿de cisne?) que empleaba para que sus modelos parecieran un ángel, y sabemos que Caravaggio las tomó prestadas más de una vez. Sabemos que Orazio tenía una hija que entonces tenía ocho años, Artemisia, que era muy guapa... ¿Fue Artemisia Gentileschi la modelo de Caravaggio en el primer San Mateo y el ángel? ¿Esa niña impertinente que guía la mano de Matteo es la hija del amigo de Caravaggio? Ésa es mi teoría, ahí la dejo.

¿Fue Artemisia la niña del primer San Mateo y el ángel?
A mí me gustaría mucho que sí, pero...

Si fuera así, cuidado, porque Artemisia Gentilleschi fue luego una gran pintora, grande de verdad, superior a su padre y muy digna sucesora de Caravaggio. El estilo de Artemisia Gentilleschi es propio y personal, como corresponde a los grandes maestros, pero tuvo el valor de manifestarse deudora de las pinturas del de Caravaggio. No lo imita, como suele decirse, sino que se inspira en él, algo muy diferente. Su historia, además, es apasionante. Violada por su pretendiente a los dieciocho años, señalada, a veces perseguida, se abrió paso en un mundo dominado por los varones gracias a su innegable y prodigioso dominio de los pinceles.

Si el ángel del cuadro de Caravaggio fuera la niña Artemisia, la historia sería más bella y más poética, ¿no creen? Nada nos dice que la modelo fuera Artemisia u otra niña cualquiera, nunca sabremos quién fue. ¿Pudo haber sido ella? Sí. ¿Pudo haber sido otra? También. No hay pruebas ni testimonios que nos digan quién fue. Ésa es la verdad y no hay otra.

Pero a mí me da por pensar que fue Artemisia y no sé por qué. Porque me da la real gana, si quieren decirlo así. Porque me parece bien.

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