El conde de Nansouty, mordaz, cáustico y sarcástico.
Cuando uno presta atención a los militares de las guerras napoleónicas, tropieza con Étienne-Marie-Antoine Champion de Nansouty, o Nansouty a secas, que es más corto. Era de familia noble, pero fue también ennoblecido por el Imperio, con un título de conde, la Gran Águila de la Legión de Honor, la pertenencia a la Casa Imperial del Emperador, como Primer Escudero, y un largo etcétera de medallas, honores y distinciones que, no me cabe la menor duda, merecía. Su figura es inseparable de los coraceros, la caballería pesada de Napoleón, que él convirtió en una tropa de choque formidable y prácticamente imbatible.
Sus gestas militares son un comenzar y no parar de batallas y cargas de caballería, que proporcionaron la victoria a las tropas napoleónicas en numerosas ocasiones. Hizo la campaña del Rin con Moreau, se cubrió de gloria en Austerlitz, Eylau... En Rusia, fue el comandante del I Cuerpo de Caballería y fue herido en Borodino, donde sus regimientos ganaron el día. Herido en numerosas ocasiones, protagonizó verdaderas proezas en la campaña de Francia en 1814. Su habilidad táctica y su capacidad para cargar en el lugar y el momento justo son una leyenda, pero también lo es su carácter. Lo más amable que se ha dicho de éste es que era agrio.
Uno nunca sabía cuando Nansouty hablaba en serio o en broma, decían sus ayudantes. Tenía un carácter difícil y en vez de estallar dando gritos y echando broncas, se inclinaba por la burla y el sarcasmo. Eso duele, y duele mucho, y esa irreverente y cáustica manera de criticar lo que no le gustaba causaba el terror entre sus subordinados y la ira entre sus semejantes. Cuando Murat le echó en cara que los caballos a sus órdenes no parecían muy briosos, Nansouty no se cortó un pelo y le dijo al Cuñado (Murat era cuñado de Napoleón) que los caballos carecen de sentimientos patrióticos, sire, y se quedó tan ancho. Esos caballos tan aparentemente cansados fueron los que asombraron al mundo semanas después, en Borodino.
En fin, que como era un tipo bien educado e inteligentísimo, mordaz, agudo, observador, una puya de Nansouty era tan certera y abrumadora como una de sus cargas de caballería. Y de las puyas de Nansouty no se libraba nadie. Nadie, ni siquiera Napoleón.
Napoleón. Por si no lo habían adivinado.
En 1809, la caballería de Nansouty cubrió la retirada del ejército en Aspern-Essling, una de las más sonadas derrotas de Napoleón, en una campaña donde los austríacos se mostraron duros de roer. Gracias a las cargas de los coraceros franceses de Nansouty, la derrota no se convirtió en un desastre. Días después, Napoleón insistió y atacó en Wagram. La batalla, pobremente ejecutada por ambos bandos, se convirtió en una carnicería. Se cuentan no menos de 25.000 muertos y heridos por bando (más en el bando francés); los franceses, además, perdieron 10.000 hombres presos por el enemigo o desaparecidos, y los austríacos 7.000 prisioneros y 10.000 desaparecidos. Austria perdió diez estandartes y veinte cañones y Francia, doce águilas y veintiún cañones. En Wagram, además, Francia perdió cuarenta (40) generales, muertos o heridos. Fue una victoria decisiva, pero una matanza en toda regla, que pudo haberse evitado.
En medio de esta carnicería, los hombres de McDonald atacaron formados en una especie de gran cuadro que atrajo inmediatamente la atención de la artillería austríaca. El avance era lentísimo y las bajas, espantosas. McDonald solicitó la ayuda de la caballería para sacarse de encima los cañones austríacos. A su derecha, A la izquierda de la columna de McDonald, la división de Nansouty, que había sido emplazada en aquella posición sin contar con la aprobación de su jefe y sin claras instrucciones de cómo proceder.
Los coraceros de Nansouty según el pintor Vernet.
La imagen representa su acción en Aspern-Elssing.
Nansouty evaluó la situación en un momento y había retrocedido para evitar las bajas entre sus filas. Sabía que no podía marchar cuesta arriba contra los cañones, que aquello era un despropósito inútil. Sus hombres habrían sido diezmados por la metralla y el sacrificio no habría servido para nada. Cuando al final avanzó y cargó, cuando creyó que habíá llegado el momento, los cañones austríacos ya se había retirado, viéndole arrimarse con tan malas intenciones. Su actuación fue denostada por McDonald, pero un frío análisis de la batalla nos dice que hizo lo correcto.
De regreso, Nansouty se enfrentó a un Napoleón furioso, que le preguntó por qué no había cargado cuando se lo había pedido McDonald. Nansouty le explicó por qué no había podido apoyar a McDonald, pero Napoleón no atendía a razones y seguía echando espumarajos por la boca. Así que Nansouty dejó que asomara su más célebre sarcasmo.
Las cosas claras: Su Majestad no pretenderá enseñarme cómo manejar la caballería, ¿verdad?, exclamó en voz alta. Dicho esto, dio media vuelta y se retiró sin saludar siquiera. Napoleón se quedó ahí plantado, con la boca abierta.
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