Postverdad y tontería



Estos días, algunos tipos van dándole vueltas a un palabro inglés, post-truth, que ha publicado el Oxford Dictionary en su última edición. Dicen que es la palabra del año, en inglés, porque se aplica a algunos fenómenos políticos como el Brexit, Donald Trump y otros descalabros colectivos del sentido común y de la decencia (de los que España o Cataluña no se libran).

De entrada, el debate está en cómo traducir post-truth. ¿Será post-verdad, postverdad, posverdad o qué? ¿Qué hacemos con la te y el guioncito?

Qué dice el diccionario de marras será el primer paso para ver cómo lo arreglamos. Copio:

post-truth (adjective)

Alto ahí. ¡Quietos! Es un adjetivo. Por lo tanto, decir que post-truth es, en español, posverdad, o postverdad, no es correcto, porque verdad no es un adjetivo, sino un sustantivo. Lo correcto sería, a mi entender, decir (pos/post/post-)verdadero, o (pos/post/post-)cierto. Así que, sin leer más que el título, ya me he cargado muchos sesudos comentarios que se pillan aquí y allá, en los diarios, de gentes que pasan por leídas, pero que no distinguen entre churras y merinas.

Sigo leyendo. En inglés, dice:

Relating to or denoting circumstances in which objective facts are less influential in shaping public opinion than appeals to emotion and personal belief:

Que traduzco, mal y libremente, como:

Relativo o que denota circunstancias en las cuáles los hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales.

Vaya. Algo así como emotivo, pero también podría ser demagógico, incluso (perdón) populista, que es para lo que se pensó el palabro en verdad. También se me ocurren más adjetivos: mentiroso, falso, idiota... La tercera definición de la RAE de demagogo es fantástica para demostrar que eso ya lo inventamos aquí (y en Grecia) hace mucho tiempo. Un demagogo será (según la RAE) un Orador revolucionario que intenta ganar influencia mediante discursos que agiten a la plebe. Es decir, un orador postverdadero. O posverdadero. O como sea. Es que me puede la te, lo siento.

El diccionario que decíamos pone dos ejemplos:

‘in this era of post-truth politics, it's easy to cherry-pick data and come to whatever conclusion you desire’
‘some commentators have observed that we are living in a post-truth age’

Los traduzco así, a mi manera:

En esta era de política pos(t)verdadera, es fácil manipular los datos y obtener cualquier resultado que se desee.
Algunos comentaristas han señalado que estamos viviendo en una era pos(t)verdadera.

Vamos, que esta gente interpreta que esto es pos(t)verdadero cuando uno cree cualquier verdad que le digan, aunque no sea la verdadera. Se da cuando uno escoge la verdad que quiere oír y no la que muestran los hechos objetivos. Es decir, cuando uno se deja engañar. Ergo, cuando uno es idiota. Tal cual.

No digo idiota porque sí. En la antigua Grecia, el idiota era el que vivía ajeno a la política, metido en sus cosas y (como suele decirse) pasando un huevo de los intereses de la comunidad. Para un ciudadano griego, ser idiota era algo despreciable. Un idiota, con los derechos y los deberes de un ciudadano, se desentiende de sus responsabilidades y decide vivir de espaldas a todo lo que atañe a todos. Un mal bicho. 

Los idiotas suponían un peligro para la polis (o la república): el idiota era pasto de los demagogos, capaces de exaltar a una masa de idiotas y convencerlos para que votaran cualquier cosa sin que supieran lo que en verdad estaban haciendo. ¿Qué iban a saber si nunca se habían preocupado?

En la historia sobran ejemplos de estupidez colectiva.

Según Carlo Maria Cipolla (cuando puso por escrito las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana) un estúpido es un individuo que causa daño a otro (u otros) sin obtener de ello provecho alguno, incluso perjudicándose. También nos dice Cipolla que no hay que menospreciar jamás el número de estúpidos y que cualquiera puede serlo, porque un estúpido lo es con independencia de muchas otras características de la persona. Aunque Cipolla habló de la estupidez haciendo broma, el tiempo ha demostrado que sus reflexiones sobre la estupidez humana merecen un puesto de honor en las ciencias sociales y me da que todavía no han sido apreciadas en su justa medida.

La RAE añade que un estúpido es un (cito) necio, falto de inteligencia. Y un necio, atención, (copio) será:
1. adj. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. U. t. c. s.
2. adj. Falto de inteligencia o de razón. U. t. c. s.
3. adj. Terco y porfiado en lo que hace o dice. U. t. c. s.
4. adj. Propio de la persona necia.

Por lo tanto, lectores, amigos y víctimas de mis letras, lo de la pos(t)verdad es pos(t)verdadero, es decir, una necedad de tomo y lomo. No sólo es un adjetivo y no un sustantivo, sino que es algo que ya era antes: idiota, estúpido o necio.

En efecto, vivimos sometidos a la estupidez.

Parafraseando los ejemplos del mismo diccionario de Oxford, podríamos decir perfecta y mucho más claramente lo siguiente:

En esta era de política estúpida [también, de necedad o idiotez política, etcétera], es fácil manipular los datos y obtener cualquier resultado que se desee.
Algunos comentaristas han señalado que estamos viviendo en una era estúpida.

Me parece gilipollas (además de necio, idiota y estúpido) andar por ahí hablando de pos(t)verdades.

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