En los años ochenta, la Fiesta Mayor vivió años de cambio e innovación. Apareció una nueva pareja de gigantes, otra bèstia foguera, más colles de danzarines, las gaitas, etcétera. La mayor novedad de todas fue la aparición de bailes populares para mujeres, que no había. Fue una revolución.
Hoy nadie se acuerda de ello, pero verlas saltar y brincar al ritmo de las panderetas acalló todas las críticas, que fueron muchas y muy duras. A decir de los puristas, el espectáculo compensaba la traición, y los ojos se iban tras las mozas.
Hoy nadie se acuerda de ello, pero verlas saltar y brincar al ritmo de las panderetas acalló todas las críticas, que fueron muchas y muy duras. A decir de los puristas, el espectáculo compensaba la traición, y los ojos se iban tras las mozas.
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