Iniciaré el sermón con un caso real. Lo ha publicado El País esta semana, con nombres y apellidos, pero, por respeto, me ahorraré nombrar a los protagonistas.
J.M., un vecino de un pueblo próximo a Manresa, ha vivido una pesadilla durante años. Comenzó el 27 de marzo de 2000, cuando su mujer apareció degollada en casa. La habían asesinado en el piso de abajo mientras su hija, de año y medio, jugaba en el piso de arriba. La investigación fue un desastre. Antes de que llegara la comisión judicial, más de diez personas pasaron y pasearon por la escena del crimen, destruyendo toda clase de pistas. No pudo precisarse con exactitud cuándo mataron a la mujer. No existía un móvil aparente. No se encontró el arma. Se perdieron pruebas de vital importancia durante el proceso...
Dos años después del crimen, imagínense la escena, se reunían unos familiares de la mujer asesinada, una pareja de la Guardia Civil, encargada del caso en aquel entonces, y una vidente. Sí, sí, han leído bien, una vidente. La vidente entró en trance y jugó al veo, veo, qué ves, una cosita, qué cosita es... Según la tipa, el asesino era un varón entre treinta y treinta y cinco años, que llevaba el pelo corto, que vivía en el pueblo, pero trabajaba en otro pueblo. La familia de la difunta comenzó a gritar: ¡Ha sido J.M.! ¡Ha sido J.M.!...
En resumen, corrió la voz y comenzó la pesadilla de J.M. Por si no hubiera tenido bastante con la muerte violenta de su señora, ahora se encontraba pintadas en la puerta de casa, lo amenazaban por la calle, le señalaban con el dedo al grito de ¡asesino! Hasta se repartieron pasquines por el pueblo con su retrato, acusándole del crimen. La familia de su señora... En fin, no diré nada. Tuvo que abandonar el pueblo, llevándose a su hija con él. La Guardia Civil lo arrestó, lo enviaron a prisión y lo llevaron a juicio. Abandonó la prisión bajo fianza, en pocos meses, pero la resolución judicial se ha hecho esperar... ¡once años!
Examinadas las pruebas e interrogados los testigos, el juez ha fallado que J.M. es completamente inocente. Además, su inocencia queda sobradamente probada. No entraré en detalles, pero las evidencias hablan por sí mismas. El juez, eso sí, las ha largado contra la ineptitud de los investigadores. Todavía no sabemos quién mató a la mujer de J.M., pero sabemos con certeza que J.M. no fue.
Lo que lamento es que no aparezca en El País el nombre de la vidente que acusó (sin nombrarlo) a J.M. Porque el nombre de esa tipa lo publico yo en letras de molde, en negrita y subrayado. Hay que ser una verdadera hija de puta, y perdonen ustedes, para aprovecharse así del dolor de una familia y acusar a nadie porque sí. Si alguien merece prisión en este caso, asesino aparte, es la vidente en cuestión.
Desgraciadamente, éste no ha sido ni será un caso aislado. Pronto contaré más cosas sobre los detectives psíquicos y otros sinvergüenzas. En El cuaderno de Luis. No se lo pierdan.
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