El macarra y los macarrones



¿Qué es un macarra? Según la Real Academia Española, macarra es una palabra de origen catalán, que proviene de macarró; esta palabra, a su vez, proviene del francés maquereau. No hay que confundir el macarró catalán con el macarrón. El macarrón, y cito las mismas fuentes, proviene del italiano dialectal; en efecto, la palabra maccarone es una adaptación del griego makaroneia, que es tanto un canto mortuorio como una comida funeraria. Qué alegrías... El macarrón español es un canuto de pasta que se come la mar de bien; el macarró catalán es un macarra, es decir, una persona agresiva, achulada, o un rufián, entendido éste como un chulo, un hombre que trafica con mujeres públicas, llamadas putas. Del mismo modo, algo macarra es algo vulgar, de mal gusto.

Cuando un catalán dice en catalán de alguien que es un macarra, comete dos faltas. La primera, habla o escribe mal, porque lo correcto sería decir que ese alguien es un macarró. La segunda, emplea un lenguaje vulgar, insultante, claramente ofensivo y necio.

He aquí que el portavoz de mi gobierno, del Gobierno de la Generalidad de Cataluña, en pleno uso de sus facultades y en el ejercicio de su cargo, dice del ministro de Hacienda que es (en catalán) un macarra.


Insiste varias veces. El locutor le pregunta si ésa es la palabra y él insiste. Ha dicho macarra y quiere decir macarra, y afirma de manera clara y distinta que el ministro en cuestión es un macarra y se comporta como tal. Olé, mis güevos, podría haber añadido, porque su manera de decir ha dado a entender que la Generalidad de Cataluña ejerce de puta. Será cobrando un 3%, digo yo, en un pronto, y perdonen la intromisión.

A ver, cómo les diría... Cuando me salieron en el Gobierno de España con las medidas que iban a tomar para que Europa pudiera prestar dinero a los bancos y cajas de ahorro que se han forrado con nuestra ruina, me dió un patatús. Dije cosas que no pueden repetirse si hay niños o mujeres embarazadas cerca, y que no pienso dejar por escrito, pero yo no ostento un cargo público, ni soy el portavoz del gobierno de una Comunidad Autónoma.

Si la diputada Fabra Quelesjodan merece una reprimenda severa e inmediata, sin descartar una destitución o algo parecido por parte de sus jefes, y lo suyo no fue más que un calentón del verbo en una sesión de las Cortes Españolas, el conseller Homs merece un castigo mayor. Porque el señor Homs no se ha dejado llevar por la sangre caliente en mitad de un barullo, sino que ha escupido sapos en pleno uso de sus facultades y en el ejercicio de su cargo, en un programa de radio en directo. O sabía lo que decía o es un cretino, o ambas cosas a la vez, por saberlo y decirlo lo mismo. Es así de simple, es inapelable.

Dicho esto, esperando su pública humillación y penitencia (algo que no ocurrirá), apunto que este mal hablar proviene de una escuela de oratoria que confunde los huevos con las castañas.

El gran Cicerón recomendaba prescindir de los adornos y cultivar la simplicidad. Las cosas, bien dichas, sin marear la perdiz, para que puedan entenderse y no tengan que interpretarse. Pero no es lo mismo un discurso simple que el discurso de un simple, señor Homs, del mismo modo que la simplicidad no es hablarle a una colección de simples. ¿Por quién nos toma, si no? ¡Por simples, lo sé...!

La lengua vulgar parece que nos acerca al vulgo, dicen estos oradores, pero yo les digo que sólo proporciona pólvora a los idiotas. Aunque no se descarta que ése sea el público objetivo.

P.S.: Traducción del discurso: El señor Montoro yo creo que es muy feo esto que hace de amenazar con el hecho que no se puedan pagar las nóminas porque esto sitúa las cosas en un terreno de la coacción finalmente, de decir: Si ustedes no se portan bien, no les enviaremos la remesa, y doscientas cuarenta mil personas en Cataluña se quedarán sin cobrar su salario a final de mes. Esto es de macarra, esto lo hace un macarra, digamos, en un tono ciertamente chulesco, con un abuso de autoridad.

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