La novela histórica es un género literario que cuenta con un subgénero bastante prolífico, que podríamos llamar de romanos. Hay de todo, como en todas partes, bueno, malo y regular. Ben Hur, Espartaco, Los últimos días de Pompeya, Quo Vadis?... ¡Tantas!
The First Man in Rome (El primer hombre de Roma) es la primera novela de una serie escrita por la novelista Colleen McCullough, que se titularía Masters of Rome (algo así como Señores de Roma). Los títulos de las novelas que forman esta serie serían, en inglés: The First Man in Rome (1990), que comprende los años 110 a 100 aC; The Grass Crown (1991), del 97 al 86 aC; Fortune's Favourites (1993), del 83 al 69 aC; Caesar's Women (1997), del 67 al 59 aC; Caesar (1998), del 54 al 48 aC; The October Horse (2002), del 48 al 41 aC; y la última, Antony and Cleopatra (2007), que va del 41 al 27 aC y narra el fin de la República, ahora sí. En pocas palabras, una serie enciclopédica y documentadísima, que cuenta con una legión (nunca mejor dicho) de fidelísimos lectores (iba a decir lictores, perdón).
Ésta no va de romanos, pero vende más.
Es curioso señalar que McCullough comenzó dedicándose a la neurociencia, llegando a ser catedrática de neurofisiología en Yale. Pero su carrera como novelista le procuró mayores éxitos. Saltó a la fama con Tim y seguro que hablán oído hablar de El pájaro espino (de la que hicieron una serie para televisión, algo que no le perdonaré nunca). Tiene un doctorado honorario de historia por su serie sobre Roma y en general ha vendido lo que ha querido y un poco más. Es, pues, autora de eso que llaman best-sellers de calidad, que son libros comerciales, de ésos que se venden como rosquillas y que, oh, qué maravilla, no avergüenza leer en público. También ha sido autora de novelones románticos, que ahora llaman (qué manía con el inglés) women's fiction.
Me regalaron El primer hombre de Roma traducida por Francisco Martín y publicada en una edición de bolsillo, y lo de bolsillo es un decir, porque tiene más de mil páginas o no sé cuántas. La condición del regalo fue leerla entera de arriba abajo, y me ha costado. Ya saben, una persona de muy buena voluntad interesada en enseñarme cómo se escribe una buena novela histórica. Agradezco el favor, faltaría más, no saben cuánto lo agradezco. Pero la próxima la elijo yo.
El primer hombre de Roma está bien escrita, muy bien documentada y ambientada, etcétera, y suma miles y miles de lectores que dicen maravillas del libro. Hasta recomiendo que la gente interesada en el género vaya y la lea.
Me sabe mal no sumarme a la fiesta, porque yo no quisiera tener que volver a leerla. Insisto: me ha costado terminarla. Me he aburrido. Consideren mi aburrimiento a la luz de mi lectura de Los pilares de la Tierra, que me decepcionaron tantísimo, o de los Anales de Tácito, que leí con un placer indecible y maravilloso. Es decir, no tiene que ver con la cantidad de páginas, sino con lo que dicen. Soy un bicho raro, lo sé. Un mal bicho.
Me he aburrido de modo mayúsculo, casi insuperable, hacia la página 800 o 900, ya no recuerdo. Al llegar ahí ya iba preguntando si faltaba mucho para el final. No era la primera vez que me ocurría, sino la segunda o la tercera. Porque cada doscientas o trescientas páginas me ha sobrevenido un ¿cuánto falta? ¿Queda mucho? Es decir, que un servidor de ustedes habría sacado las tijeras y hecho de un libro de mil páginas tres de trescientas, o algo parecido. Porque empieza bien, se anima, uno va pillándole interés, surgen personajes o escenas que prometen, quieres comerte las páginas y de repente... pincha. ¡Y vuelta a empezar! Me da que la ambición de la novela (¡y de las seis siguientes!) es desmesurada. Pero imagino que si en vez de una serie de siete novelas hubiera sido una de veintitantas, sería demasiado.
Mucho mejor.
Creo que el problema es en parte mío. Ya había leído antes la Guerra de Jugurta, de Salustio, o SPQR, de Waltari (o tantas otras de romanos). La primera es la versión original de una parte del libro de McCullough y la segunda otro best-seller sobre Roma con el que compite en número de páginas. La primera es maravillosa y la segunda es mucho más divertida (al menos, así la recuerdo).
No quisiera que tomaran mi crítica como negativa, porque no lo es. El primer hombre de Roma es una novela de romanos comme il faut, puro best-seller de calidad, una lectura veraniega de ésas que uno inicia con mucho tiempo por delante y dispuesto a llegar hasta el final. Tiene todos los ingredientes para venderse a destajo y el oficio de la escritora es notable, si no sobresaliente. La ambientación es casi perfecta. En suma, dejará satisfechos a los lectores que no conozcan a Salustio y seguirá vendiéndose durante muchos años. Hasta más de un lector de Salustio se lo pasará bien leyéndola, seguro. Es un buen producto editorial y si el lector prefiere El pájaro espino a Madam Bovary, una desgracia frecuente, viajará a Roma con McCullough.
Yo empecé a aburrirme llegado a Favoritos de la Fortuna. A pesar de todo, pasé buenos momentos con estas novelas. El resto de la serie espera en una estantería.
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