La vicepresidenta, al teléfono. Qué chachi.
Esta mañana, he pillado una entrevista en la radio. Preguntaban cosas a la vicepresidenta del gobierno, doña Soraya Sáenz de Santamaría, y ella respondía... lo mismo, una y otra vez. Además, hablando lentamente, poquito a poco, como si hablase a niños pequeños, con un registro didáctico, que dirían ahora. Para que se entienda lo que viene a decir, un par de frases, siempre las mismas, repetidas lenta y machaconamente. El entrevistador ve cómo se le escapa el tiempo, con respuestas tan largas e insulsas, y la entrevistada dice lo que ha ido a decir y eso de responder a las preguntas no va con ella. El resultado es irritante y cuando he apagado la radio sentía dentro de mí una íntima desafección (véase el diccionario, por favor) por esa señora, y sé que eso no es bueno.
La penetrante mirada del socio del señor Mas.
Produce el mismo efecto y emplea la misma táctica el caballero Junqueras, que es líder de ERC y habla lo mismo, machaconamente, lentamente, tratándonos como a niños, con mensajes simplones y repetitivos, como si fuéramos tan tontos que no pudiéramos comprender un razonamiento inteligente y respondiendo lo que ha ido a decir, sin importarle para nada lo que el periodista le ha preguntado. Si cambiáramos las voces, indistinguibles. Por supuesto, me irrita también, lo mismo. Sin necesidad de acudir al argumentario (en ambos casos simple, falso y elemental), sin discutir el razonamiento, una manera de hablar que exaspera.
Pero siguen empleando esta manera infantil y gilipollas de tratar al público. ¡Y no son los únicos! Señal de que funciona y no sé qué me da más miedo, que esta gente nos mande o que nos dejemos mandar por ellos.
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