Tantas entradas sobre Roma y perdonen ustedes. Todo porque un servidor quería ver lo nunca visto: la Mostra sobre Caravaggio de la Scuderia del Quirinale, en Roma. Cualquier excusa es buena para plantarse en Roma, dirán, pero ésta era bonísima e inexcusable.
El lunes a primera hora me presenté en la exposición. Me dejaron entrar media hora antes y salí de ahí pasado y bien pasado el mediodía. Gente, mucha gente, pero ¡qué maravilla! No tengo palabras. Durante años he visto fotografías y más fotografías de estos cuadros. Ni una sola es capaz de hacer justicia a sus colores, ni una sola es capaz de impresionarme tanto.
En la fotografía, la cola que me recibió. Poco después ya estaba dentro, admirándome del Canestro di Frutta... y de todos los demás cuadros.
No me pregunten cuál me gustó más. No sabría decirlo. Todos. A la fuerza, tantas horas pasé contemplándolos. Nunca más volveré a verlos todos juntos.
Aquella tarde me acerqué al Tíber para ver anochecer y cené en la Piazza Navona, dejándome acariciar por el rumor de las fuentes, las campanas de Sant'Agnese y el pasar del tiempo, lento y perezoso, de los instantes perfectos.
No podía ni debía de hacer otra cosa antes de partir de vuelta a casa.
El lunes a primera hora me presenté en la exposición. Me dejaron entrar media hora antes y salí de ahí pasado y bien pasado el mediodía. Gente, mucha gente, pero ¡qué maravilla! No tengo palabras. Durante años he visto fotografías y más fotografías de estos cuadros. Ni una sola es capaz de hacer justicia a sus colores, ni una sola es capaz de impresionarme tanto.
En la fotografía, la cola que me recibió. Poco después ya estaba dentro, admirándome del Canestro di Frutta... y de todos los demás cuadros.
No me pregunten cuál me gustó más. No sabría decirlo. Todos. A la fuerza, tantas horas pasé contemplándolos. Nunca más volveré a verlos todos juntos.
Aquella tarde me acerqué al Tíber para ver anochecer y cené en la Piazza Navona, dejándome acariciar por el rumor de las fuentes, las campanas de Sant'Agnese y el pasar del tiempo, lento y perezoso, de los instantes perfectos.
No podía ni debía de hacer otra cosa antes de partir de vuelta a casa.
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