La noche cae sobre Roma siempre callandito, sin avisar. O quizá calle el mundo, conteniendo la respiración, al ver la cúpula de San Pietro in Vaticano recortándose en el azul del cielo, que se tiñe de rojo y sangre y se estremece antes de morir. Deja atrás el rumor del Tíber, aliento de Roma, y las luces artificiales de una ciudad oscura.
Los mejores anocheceres son casuales y sorprenden al turista en el Tor di Nona. A su espalda, un vetusto edificio, una antigua prisión donde Caravaggio pasó tantas noches de calabozo. En esos tiempos, la noche era oscura y la luz, por lo tanto, brutal. Eso lo explica todo, no hay más.
Los mejores anocheceres son casuales y sorprenden al turista en el Tor di Nona. A su espalda, un vetusto edificio, una antigua prisión donde Caravaggio pasó tantas noches de calabozo. En esos tiempos, la noche era oscura y la luz, por lo tanto, brutal. Eso lo explica todo, no hay más.
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