Museos Capitolinos (VI, la Loba Capitolina)


Cuentan que Rómulo y Remo eran hijos de Marte y una sacerdotisa virgen. Para evitar la persecución de un rey asesino y celoso de su poder, fueron abandonados en una cesta en el Tíber. Allá los encontró una loba (que respondía al nombre de Luperca), que los amamantó y cuidó. Luego fueron encontrados por unos pastores, crecieron fuertes y sanos, se vengaron del rey que quiso matarlos, matándolo a su vez. Luego fundaron Roma y redactaron las primeras leyes de la Ciudad. Juraron cumplirlas, pero Remo, un casquivano, se las tomó por el pito del sereno y Rómulo tuvo que poner orden. Lo mató. Con todo, Roma se llama Roma por Remo, porque Rómulo lo quiso así. Todo un detalle.

Esta historia abunda en lugares comunes: madres vírgenes fecundadas por divinidades, hermanos fratricidas, cestas flotando río abajo cargadas de príncipes recién nacidos... ¿Será verdad que la historia se repite?

Aunque nunca faltan envidiosos. Como en dialecto romano una loba es también una prostituta, no faltaron malas lenguas que asociaron el nombre de Luperca al de una ramera etrusca. ¡Qué mala sangre!

Fuera quien fuera, Luperca era de raza feroz y orgullosa. Como Roma.

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