El mejor croissant (o cruasán) de España

Todo empezó por un comentario inocente (o no tan inocente) de Mikel López Iturriaga en un blog conectado a la edición electrónica de El País, a principios de año. El señor López se quejaba de la imposibilidad de comer un buen cruasán (yo prefiero el palabro en francés, croissant) en España. Se ponía sentimental recordando los cruasanes parisinos y decía que aquí no había manera de dar con nada parecido. Es que un Pierre Hermé de mantequilla reción hecho...

La queja del señor López se ha convertido en el acontecimiento gastronómico-internáutico del año, con el permiso del anuncio de la deconstrucción de El Bulli, que pasa a ser... eh... pues... en fin, que pasa a ser otra cosa, y no me vengan con preguntas. La red se volvió loca con la polémica del cruasán hispano.

El señor López tuvo que ampliar la noticia, puntualizando que la RAE y el diccionario de estilo de El País le obligaban a escribir cruasán y no croissant (lástima), y dejar de lado otras denominaciones, como media luna. También discutió la paternidad vienesa del croissant, basándose en el Dictionnaire universel du pain, que, como su propio nombre indica, es parte (parisina) interesada en la paternidad del panecillo con forma de media luna. Sea cierta o no la leyenda del sitio de Viena, se non è vera, è ben trovata, y la prefiero.

La cuestión es que ese debate intensísimo sobre la vida y milagros del croissant español, llamado cruasán, puso en primera plana el concurso Mejor Croissant Artesano de Mantequilla de España (y dice así, croissant). El jurado de este concurso está formado por un selecto grupo de profesionales. Los croissants son anónimos y nadie sabe de su autor hasta que se ha elegido al ganador. Se puntúa el sabor con 40 puntos, el color y el alveolado con 15 puntos cada cosa, y con 10 puntos el hojaldrado, el formato y el acabado.

El mejor croissant español de la última edición resultó ser barcelonés. Lo había preparado Albert Badia, maestro pastelero de Badia Roca, que tiene un establecimiento en la calle Pàdua y otro en la calle Riera Blanca. Les ha faltado tiempo para colgar en el escaparate un letrero que anuncia semejante galardón, y bien hecho que hacen en mostrar su orgullo por tan meritorio premio.

Hoy he pasado por delante de la pastelería Badia Roca de la calle Padua, he recordado el galardón y he pagado un euro con veinte céntimos por el mejor croissant de España. Uno, dos, tres, adentro. Pues, no está mal, la verdad. Me recuerda el que venden en la pastelería de la esquina de casa. Pero me remito a los comentarios de un optimista y de un pesimista. El optimista habría dicho que el mejor croissant de España está al llegar; el pesimista, que ya se lo han comido.

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