China contra Cataluña


Festividad del 11 de septiembre en China.
Pueden observar que la preside una imagen de Jordi Pujol.

La Assemblea Nacional Catalana (ANC) nace en marzo de 2012 con el beneplácito (si no el impulso) del Gobierno de la Generalidad de Cataluña. En el Informe de gestión del Secretariado Nacional de la Asamblea Nacional Catalana (abril de 2012-marzo de 2013) puede leerse (pág. 14) que ya cuenta con 13.675 miembros de pleno derecho, 1.347 colaboradores y 12.094 simpatizantes.

Puestos a comparar, la Assemblea Nacional Catalana cuenta con tres veces menos socios que el R.C.D. Espanyol (35.500 abonados). Tampoco puede compararse con el Partido Popular de Cataluña, el Gran Satán de la ANC, que cuenta con 31.600 afiliados. En cambio, puede compararse con el número de abonados al Club Joventut de Badalona (cerca de 12.500) o el total de socios de pleno derecho de la Asociación de Consumidores en Acción (FACUA) de Cataluña (18.000).


Arriba, votación en la asamblea nacional.
Abajo, votación en la asamblea territorial china.

Los miembros de pleno derecho de la ANC pagan una cuota de cuatro euros al mes. Como este club es (su propio nombre lo indica) asambleario, las cuotas las cobran las asambleas territoriales, que se quedan la mitad (dos euros) para sí y la otra mitad la envían a la asamblea nacional, en Barcelona.

Aquí comienzan los problemas. Según el informe antes mencionado, a él me remito, las asambleas territoriales deben entre una tercera parte y la mitad de las cuotas que corresponderían a la asamblea nacional. El problema tiene dos causas principales: la mala gestión de las asambleas territoriales y que algunos socios no pagan. No es algo que echar en cara de la ANC, sino que es muy habitual en este tipo de entidades amateur. En su directa competidora, Òmnium Cultural, uno de cada dos socios no está al corriente de pago. A su memoria me remito.

Pero esta costumbre tan catalana supone un problema, porque el dinero es una necesidad y la promoción de la revolución nacional sale por un ojo de la cara. En números redondos, el presupuesto de la ANC es de unos 980.000 euros (en 2012 y en 2013). Una tercera parte del presupuesto se va en sueldos y salarios. El resto, en alquileres de sedes territoriales y nacionales y en la organización de actos propagandísticos que favorezcan la causa del club.

De esos 980.000 euros, 624.000 corresponderían a las cuotas de los socios (2013). Pero las asambleas territoriales deben al cierre del primer ejercicio (2012-2013) unos 150.000 euros de esas cuotas. Eso quiere decir que hay que ingeniárselas para ganar más dinero con algo que eufemísticamente llaman actividades asociativas y donaciones. Otros llaman a las cosas por su nombre: merchandising (mercadeo).

En efecto, la ANC produce una serie de bienes que pone a la venta. Gracias a la propaganda institucional y subvencionada, se ha creado una demanda y los productos de la ANC tienen una buena salida en el mercado. La ANC subcontrata la fabricación (a los chinos, por ejemplo) y luego los vende. La asamblea nacional dependerá de esta fuente de ingresos.

Merchandising nacional(ista) de la ANC.
De entrada, a 7 euros la pieza. Hoy, sale por menos.

El sistema de la ANC es el siguiente: La asamblea nacional (Barcelona) organiza la propaganda y dice que hay que poner una bandera en el balcón. Las asambleas territoriales encargan a la asamblea nacional (Barcelona) tantas banderas como creen que pueden vender. La previsión es siempre a corto plazo: lo que puede venderse esta semana o en un acto asambleario, por ejemplo. Ergo, se trata de una compra y distribución al detall, de pocas banderas cada vez. El coste por bandera se incrementa, al no poder beneficiarse de la economía de escala.

La asamblea nacional cobrará a las asambleas territoriales un 40% del precio de venta al público de las banderas; el 60% restante servirá para financiar la asamblea territorial. A los quince días, la asamblea territorial tiene que haber pagado las banderas o haberlas devuelto (en perfecto estado) a Barcelona. Ahí comienzan las deudas.

Constitución de la asamblea territorial de la ANC en el Priorat.
Que no falte el merchandising.

He puesto el ejemplo de las banderas porque el producto estrella de la ANC es la bandera. Las banderas, perdón, que las hay cuatribarradas, de Estat Català (llamada cubana o estelada) y con la estrella roja revolucionaria marxista, leninista, maoísta o qué sé yo. En las tres puede leerse la marca: www.assemblea.cat.

La ANC, desde el primer día (marzo de 2012), propuso que, hasta lograr la independencia de Cataluña, cada hogar catalán colgase una bandera en el balcón de su casa. Corrió la voz y se colgaron muchas banderas. Todavía se ven muchas. Algunas se han convertido en banderas del Atlétic de Bilbao, por haberse descolorido, y otras han desaparecido, simplemente, pero todavía se ven bastantes. Ahora bien, les reto a que cuenten cuántas de estas banderas llevan la marca de la Assemblea Nacional Catalana (ANC).

La campaña se puso en marcha justo cuando la ANC presentó su kit patriótico-banderil. El lanzamiento se organizó de tal manera que uno se pregunta si querían la independencia o vender banderas, qué negocio. Porque una bandera de la ANC salía por 7 euros. Barcelona se llevaba 2,80 euros por bandera y la asamblea territorial, 4,20 euros.

Pero la competencia (Òmnium Cultural, por ejemplo) comenzó a vender banderas a 5 euros.

¡Maldición! La ANC tuvo que bajar precios. A 5 euros, la asamblea nacional se llevaba 2 euros y las territoriales, 3 euros. En palabras de un contable, la asamblea nacional de la ANC ya no obtenía beneficios de la venta de banderas. Casi, casi, las subvencionaba. La distribución al detall ponía palos a las ruedas del beneficio.

De repente, lo que prometía ser un negocio se convirtió en una pesadilla. Aparecieron los chinos.

El activismo político-empresarial chino es más que notable.
Los bajos precios de los bazares chinos favorecen las reivindicaciones sociales.

Los bazares chinos reventaron los precios. Comenzaron a venderse banderas por cuatro euros, luego por tres... La ANC fue la primera perjudicada, pero no la única. Las banderas de la competencia nacional(ista) dejaron de ser interesantes. Los patriotas pensaron que, puestos a tener una bandera catalana con vocación de convertirse en bandera del Atlétic de Bilbao, mejor sería que fuera barata, que los tiempos no están para alegrías.

En resumen, hoy, puedo conseguirles una cubana por 1,5 euros en tres sitios a menos de cinco minutos de mi casa. También, una cuatribarrada normal, una española, una republicana, una del Barça, una del Madrid, la del orgullo gay, la del Nepal, la Union Jack o las barras y estrellas yanquis... por menos de tres euros todas y cada una de ellas.

De la noche al día, los chinos se han convertido en los principales enemigos del nacionalismo catalán organizado. Los nuevos catalanes de origen oriental han creído en la cultura catalana y se han puesto a promocionarla con tanto éxito que han reventado el mercado de las banderas y han echado por tierra los ingresos del merchandising nacional(ista). Otra manera de decirlo es que han visto en nuestra tontería una oportunidad de negocio y han demostrado ser mejores empresarios y más perspicaces que nosotros. Eso duele, ¿verdad?

Como dijo Engels, las banderas sirven para tapar las vergüenzas de la burguesía.

Da que pensar: Si un nacionalista vende banderas, le cobrará tres veces lo que cuestan y luego gastará el dinero recaudado en convencerle a usted de la necesidad que tiene de comprarle esa bandera (y no otra) a él, precisamente a él, a nadie más que él, por una pasta. Si uno prescinde de fronteras y va por libre, tendrá la bandera que quiera a mitad de precio o más barata. Tendrá dos o tres banderas, las que quiera, que hacen más ilusión. Ahora bien, para lo que sirven... Un gasto inútil.

2 comentarios:

  1. La Cataluña de la ANC: totalitarismo, codicia, estupidez y viceversa

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  2. Como se llama la bandera nº 32 porfa

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