El eterno debate sobre el sexo de los ángeles.
En Cataluña queremos inventar la sopa de ajo y ahora nos da por volver a plantear cómo tendría que ser el derecho al voto, quién podría ejercerlo y tal. Una manera como cualquier otra de perder el tiempo. Parecemos los teólogos bizantinos discutiendo del sexo de los ángeles, mientras el Turco, tijera en mano, recorta todos nuestros servicios sociales, la sanidad y la educación públicas, entorpece la justicia, roba y saquea a destajo y alimenta el debate sobre la pilila de los angelitos para tenernos distraídos.
Precisamente, el discurso de la pilila de los angelitos... perdón, el discurso sobre el derecho al voto en la ley sobre consultas no referendarias que quiere aprobar el Parlamento de Cataluña para convocar un referendo (sic) ahora se centra alrededor de quién podría votar en esas consultas no referendarias que harían las veces de referendo.
Así, por ejemplo, si usted vive en Olot y busca trabajo, lo encuentra en Vic y se traslada a Vic a vivir y trabajar, perderá el derecho a voto en Olot, por haberlo abandonado, y no lo conseguirá en Vic, porque no se le considerará todavía arraigado.
El alcalde de Vic, populista arraigado.
¿Quién sostiene semejante barbaridad? ¡El alcalde de Vic! El señor Vila d'Abadal exige cierto arraigo en Vic para que pueda usted votar en Vic, ahí es nada. ¿Qué entiende el señor Vila d'Abadal por cierto arraigo? Quizá tendríamos que preguntar a sus amigos de Plataforma per Catalunya, en los que se inspira desde hace tiempo.
En democracia, el sufragio es universal. Pero los partidarios de la sopa de ajo con cebolla niegan la universalidad. Dicen que sólo votamos nosotros, pero ¿quién dice quiénes somos nosotros? ¿Cuáles son las condiciones de la nosotrosidad? ¡Las que imponemos nosotros! responden.
Varias veces a lo largo de estos últimos años se ha intentado regular este arraigo para discriminar entre nosotros y ellos. El señor Vila d'Abadal, con el aplauso de sus amigos populistas y racistas, pretendía no incluir en el censo a los recién llegados y pasado un tiempo, incluirlos si y sólo si demostraban (cito) un arraigo en las costumbres y sentimientos del país. Si siente y piensa como nosotros, votará como nosotros. Ergo, tendrá derecho a voto. Si no siente o no piensa como nosotros, no estará arraigado y no podrá votar, que igual votaría contra nuestro parecer.
Como vemos, el señor Vila d'Abadal defiende tesis populistas, racistas y es además presidente de la Asociación de Municipios para la Independencia. No cree que estar incluído en el censo (que se corrige dos veces al año y siempre antes de unas elecciones) sea suficiente para poder votar en su pueblo, Vic. Cree que el nuevo votante tiene que demostrar su arraigo. Por activa y por pasiva, no es sólo una cuestión de preguntarse cuánto tiempo ha vivido en Vic, sino que tendría que saberse si cae bien a los vecinos... perdón, si se ha integrado plenamente en la sociedad que le ha acogido. Una barbaridad.
El señor Pifarré. Observen la cantidad de trabajo que tiene sobre la mesa.
Comparte esta opinión con más gente notable. El señor Pifarré, secretario general de la Asociación Catalana de Municipios (ACM, en la línea de CiU) defiende la misma postura. No puede ser que una persona dada de alta en el censo pueda votar al día siguiente, afirma. Eso se tendría que regular. Les traduzco: No puede ser que una persona que cumple los requisitos legales para poder votar pueda votar. Eso es lo que ha dicho. No ha dicho lo que todos sabemos que ha querido decir: No tendría que votar si no es uno de los nuestros.
En la misma línea se ha manifestado la Asamblea Nacional Catalana (ANC), que exige, para poder votar, un mínimo arraigo nacional. Ahí queda eso. Si no te gustan las seques amb botifarra, te jodes y no votas.
La opinión se ha repetido innumerables veces los últimos años. Busquen en los periódicos y la verán en boca de los máximos dirigentes de CiU y ERC (y alguno más). El trámite administrativo del arraigo basado en el lugar de residencia quiere convertirse en un método de discriminación basado en la integración (nacional). El señor Mas quiso proponer un examen de catalanidad (sic) antes de incluir a nadie en el censo, una gilipollez que ha sido convenientemente olvidada, pero que está ahí, en las hemerotecas. ¡Búsquenla!
Propuesta de informe de arraigo.
Es decir, si les dejaran organizar el derecho al voto a CiU y ERC sin tasa ni freno, se encontrarían con alguna desagradable sorpresa. Un cambio de domicilio les dejaría sin derecho a voto. Es más, para recuperarlo tendrían que esperar meses, quizá años, y superar una prueba de catalanidad donde le preguntarían por el Barça (sic) o por la conjugación de verbo ésser. Vayan con cuidado, que jugando con fuego se quema uno.
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