¡Viva Bartolo!


Traducción:
Dios, Uno y Trino. En honor de los santos Bartolomé y Tecla.

El protagonista de la Fiesta Mayor de Sitges es el patrono del lugar, uno de los Doce Apóstoles, San Bartolomé, Bartolo para los amigos. Su festividad se celebra en el orbe católico el 24 de agosto, pero los armenios lo celebran en diciembre y los ortodoxos, en junio. Puestos a elegir, uno se inclina a darle la razón a los armenios, porque Bartolo murió en sus manos y si ellos dicen que fue en diciembre, en diciembre será. Pero ésa es la respuesta que da la razón y vete tú con ella a un indígena suburense, quítale la Fiesta Mayor a finales de agosto, cuando la uva está en sazón, el calor aprieta y los visitantes abundan, con sus sonrosadas pieles expuestas al sol, quítale la fiesta de agosto, te digo, y acabas como el santo.

El edificio más famoso de la población, su iglesia parroquial, está levantado en honor de San Bartolomé y Santa Tecla, como bien recuerda un latinajo en la entrada. Todo parece señalar que Bartolo murió soltero (solterón, mejor dicho), pero no puede decirse lo mismo de Santa Tecla, que se agenciaba a San Pablo, ése que se cayó del caballo, por no decir del burro. 

Protagonista bajo la cúpula, un retablo gótico con marco barroco nos recuerda al santo.
A los pies del altar, el pendón de Bartolo y una bandera que, curiosamente, también es un pendón.

Bartolo y Tecla forman una extraña pareja. Por mucho que digan, Santa Tecla no tiene nada que ver con internet (bajo el patrocinio de San Pedro Regalado) o la informática (bajo el paraguas de San Isidoro de Sevilla), pero, puesto que era Tecla de Iconio, quizá tenga que ver con el guasap, no desfallezcamos. Para disimular su relación con San Pablo, fue elegida como modelo de castidad desde muy temprano, lo que sólo puede querer decir que la castidad entonces no era como nosotros decimos que tendría que ser. 

En cambio, el sino de Bartolo fue desgraciado. No conoció mujer (y si la conoció, le dio calabazas) y murió víctima de la envidia. Su paso por Armenia secó los ríos a base de bautizos y los sacerdotes de los templos paganos, viendo que se quedaban sin clientela, acudieron a su rey. Bartolo, que en su vida había roto un plato (pero sí alguna escultura pagana), fue despellejado vivo por alterar el orden público y atentar contra la libertad religiosa en Armenia.

El cuchillo de despellejar y la palma del martirio.

Ahí lo tienen, con el cuchillo en una mano y la palma del martirio en la otra, Patrón de curtidores, como no podía ser menos, aunque hay crueldad en la elección. ¿Es también patrón de los cirujanos estéticos y de los tatuadores? ¿No lo será de los guiris despellejados por el inclemente sol de las playas suburenses? ¿Por qué no promoverlo para el cargo?

Bartolo se da una vuelta por la ciudad el día de la Fiesta Mayor y mejor será que lo dé en agosto, cuando hay luz y vino nuevo. Su milagrosa presencia quizá procure alivio al guiri achicharrado y sonrosado hasta la rojez, que ve caer su piel a tiras. Hay que proteger el turismo, que es lo único que nos queda, y si Bartolo nos echa una mano, bienvenida sea.

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