Un valiente caballero francés (1)


Los desembarcos aliados en el Norte de África, en noviembre de 1942, fueron mucho más difíciles, complejos e importantes de lo que la gente cree. Los factores de riesgo eran muchos, y todos muy serios. La distancia que tenían que cubrir los transportes de tropas y suministros, la amenaza de los submarinos alemanes en el Atlántico y el Mediterráneo, la falta de material de desembarco y la falta de experiencia de la tropa, de los mandos y de todo el mundo en general en una operación como ésta. 

Una vista aérea del estuario del Sebú, donde se pueden ver perfectamente las pistas del aeropuerto,

Uno de los objetivos principales de la Operación Torch era Port Lyautey (hoy Kenitra), en el estuario del río Sebú, cerca de Mehdía, al norte de Marruecos, en su vertiente atlántica. Ahí había uno de los principales aeropuertos de la región, con largas pistas de hormigón, hangares e instalaciones de combustible. 

Port Lyautey estaba a cinco kilómetros de las playas de desembarco. Los soldados tendrían que cubrir esa distancia a pie y sin material pesado de apoyo durante las primeras horas. Necesitaban tomar el aeropuerto mediante un golpe de mano, porque, si no, los franceses iban a hacerse fuertes en él y su toma se complicaría por momentos. De acuerdo, pero ¿cómo?

Alguien tuvo una brillante idea: remontando el río Sebú durante nueve kilómetros uno se plantaba en el mismísimo Port Lyautey. Un viejo destructor, el USS Dallas, llevaría a bordo un grupo de tropas especiales que tomaría al asalto el aeropuerto. Entonces, unos setenta cazas a bordo de un portaaviones de escolta aterrizarían en la pista recién capturada. Un mercante les llevaría combustible y municiones después de remontar el estuario y en un día el aeropuerto sería plenamente operativo. Perfecto, ¿no?

La importancia de este desembarco también tenía relación con el suministro de potasa.
Instalaciones de Port Lyautey, en la desembocadura del Sebú.

Perfecto, perfecto... Todo eso a la vista del enemigo, en un río que sigue un curso con forma de U, lleno de bancos de arena y de apenas cinco metros de calado. ¿Quién conoce el río lo suficiente para guiar al USS Dallas hasta Port Lyautey? La respuesta: René Malvergne.

René Malvergne era uno de los prácticos de Port Lyautey. Era un funcionario civil, casado, con un hijo, que ya había visitado los calabozos por defender a De Gaulle en voz alta cerca de un simpatizante del Gobierno de Vichy, un día que se le fue la lengua. Un avispado agente del OSS (Servicio de Operaciones Especiales, el servicio de espionaje de los EE.UU.) dio con él y lo sumó a la causa. Malvergne proporcionó mucha información sobre la zona y luego, un buen día, desapareció.

Escapó de Marruecos en un viejo Chevrolet cruzando el desierto. El agente de la OSS lo escondió en el maletero. Tenían que parar de tanto en tanto para que Malvergne no se asfixiase por falta de aire. Llegó al punto de encuentro y eso ya fue un milagro. Fueron a recogerle, llegó a Gibraltar dándose a conocer como Frank y de ahí pasó a Londres, donde se presentó en el Cuartel General de Eisenhower presentándose como señor Jones. 

Algunos militares se pusieron furiosos con la operación de la OSS por considerar que había puesto en peligro el golpe de mano. Secuestrar (sic) a un práctico del estuario del Sebú ¿no daría pistas al enemigo? Pero tan pronto discutieron el plan previsto con el señor Malvergne quedó claro que la OSS tenía razón. No pueden hacerlo solos, dijo el francés. Necesitan un práctico para navegar por el río Sebú o no saldrán adelante. ¿Quién iba a ser ese práctico? Eso ni se pregunta, respondió Malvergne.


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