Hace ya tiempo que se han desatado todos los demonios en la política catalana. Ya van corriendo por ahí a cara descubierta (léase con desfachatez o sin vergüenza) y es cuestión de tiempo que alguno se haga daño a sí mismo o lo haga a los demás. En un breve lapso de tiempo, he contemplado dos sucesos que no auguran nada bueno.
El tresporcientismo celebrándose en voz alta y sin vergüenza.
El primero es que el antiguo presidente de Banca Catalana, protagonista de una quiebra bancaria sin parangón y chorizo confeso, junto con la familia, que también se benefició, recibió un sonado homenaje. El público abarrotó el local y se puso en pie para ovacionarlo. Entre los asistentes, tantos beneficiados del clientelismo instalado en estas latitudes, devolviendo el favor. Siento vergüenza. El tipo, además, sigue presumiendo de ética, moral y tal y cual, y la gente le compra la manta.
La Moreneta, fíjense en la Moreneta...
Dios mío, quién nos manda.
El segundo, un síntoma. Un energúmeno con ninguna experiencia de gobierno de ninguna clase ha sido escogido a dedo por un tipo que fue escogido a dedo por un tipo que fue escogido a dedo por el antiguo presidente de Banca Catalana para ser presidente de la Generalidad de Cataluña. Creo no haberme descontado con los dedos. La particularidad es que si el primero pensaba en términos supremacistas, sabía callárselo (no así su mujer), mientras que este personaje se ha dado a conocer (por escrito, además) como un individuo de la extrema derecha más reaccionaria y supremacista del país. Nada parece señalar una leve, minúscula, lejana esperanza de que sea la persona ideal para conseguir sosiego en la política y respeto por los demás. Es, a juzgar por lo que ha dejado escrito, una mala persona.
¿Que en España no andan mejor? Un poco mejor sí. Si esto lo hiciera el PP, ya verían la que se organizaba a cambio. Pero, sí, están... ¡estamos! muy mal. Entre los másters, los corruptos que salen de hasta debajo de las piedras y las derechas jugando a ver quién la tiene más larga y robándole votos a la izquierda, no sé a dónde iremos a parar.
El problema es que me largaría con gusto a la Toscana, a pasar mis últimos días lejos de tanta estulticia como la que gastan tantos de mis paisanos, pero ¿qué ocurre en Italia? Que los de la Liga y los del movimiento Cinco Estrellas están a punto de ponerse de acuerdo para gobernar. Gobiernen o no, me han jodido el exilio, porque lo siguiente sería Nueva Zelanda y queda lejos.
Nada, que vienen borrascas.
"El tipo, además, sigue presumiendo de ética, moral y tal y cual, y la gente le compra la manta."
ResponderEliminarYo también siento vergüenza. He vuelto de mi estancia en el desierto interior y siento una infinita vergüenza.
Saludos
Francesc Cornadó
Francesc Cornadó