Pólvoras y timbales



El paseo de los bailes populares indígenas por la población viene acompañado de sones guerreros. El toque de la chirimía bastaría para ello, pero los indígenas gastan pólvoras por arrobas, y acompañan el fuego de petardos con la percusión de tambores y gritos de Més fort! Més fort! (¡Más fuerte! ¡Más fuerte!).


Los encargados de convertir el paso de la pía procesión en la antesala del infierno son los balls de diables (bailes de diablos) y las feres fogueres, que podríamos traducir muy libremente como bestias lanzallamas.

Los diables se organizan militarmente en dos secciones o compañías. Una, quema pólvoras y son lo que usted diría diables pròpiament dits (propiamente, los diablos). Otra, toca los tambores.


A la cabeza del grupo, un personaje llamado Llucifer (Lucifer), con una maza más grande que las demás donde puede quemar fácilmente una docena de petardos por vez. Es el mandamás de la sección de pólvoras. Cuenta con un adjunto al mando (la diablessa) y una docena de diables, poco más o menos. Todos llevan mazas en las que pueden quemar uno, dos o más petardos.


En la retaguardia, la percusión, bastante numerosa. Mientras unos llenan el aire de miasmas sulfurosas, otros lo llenan de un ruido amenazante y sobrecogedor. Formal o informalmente, uno de los tambores que preside esta formación pone un poco de orden y marca el ritmo, a veces a golpe de silbato.


Quedan otras secciones que pasan desapercibidas para la mayoría del común, como son la de intendencia: hay que dar de comer y beber al personal y llevar consigo, a buen recaudo, una numerosa provisión de petardos.


Las feres fogueres de la Villa son dos, el Drac (Dragón) y l'Àliga (Águila, en verdad un grifo). Echan fuego por delante y por detrás; por la boca o pico y por la cola reptilínea. Pueden cargar una cantidad fabulosa de petardos y organizar una cascada de chispas que deja tieso al más pintado.


Una sección de forzudos caballeros acarrea las bestias y se va turnando carrera tras carrera, porque es notable que pesan lo suyo. Una sección de percusión, prácticamente idéntica que la de los diables, cierra su formación, que también cuenta con una pequeña sección de intendencia.


En total, suman cinco grupos de pólvoras, que se distribuyen dejando a las bestias entre secciones de diablos. Lo que parece un caos es, en verdad, algo puntillosamente organizado y previsto, como pueden ver ustedes.

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