Afirman que San Valentín es el patrón de los enamorados, y los países anglosajones celebran la fiesta con una cursilería espantosa. Tan cursi será que nosotros la hemos imitado con desaforado frenesí, como si San Valentín fuera un segundo Santa Claus. Se envían postales llenas de cupidos y corazoncitos y los tortolitos se felicitan el día de San Valentín con mucho cuento y azúcar. Pero quién era San Valentín y por qué es patrón de los enamorados, ésa es la cuestión.
El nombre de Valentín atrae la santidad. Tal es así que la Iglesia tiene once San Valentín en el santoral, tres de los cuáles se celebran el 14 de febrero. Uno es Valentín de Roma, sacerdote, martirizado en el 269 dC. Sus reliquias se veneran en Roma y Dublín. El segundo, Valentín de Termi, obispo, que vivió un siglo antes y se venera en la misma ciudad donde ejerció el cargo. El tercero es un Valentín del que se sabe poco, pero que consta que fue martirizado en África, en una matanza de cristianos. A saber por dónde paran sus restos.
Aquí la tenemos liada, porque unos dicen que el patrón de los enamorados es Valentín de Roma y otros sostienen que es el Valentín de Terni. Un tercer grupo, con el propósito de fastidiar, afirma que el Valentín de Roma y el de Terni son la misma persona. Todo podría ser, porque el relato de sus vidas se escribió muchos siglos después. Quizá sea el Valentín africano, que parece que no pinta nada en el debate, pobrecito. El caso es que no consta en la biografía de estos santos nada que pueda asociarse propiamente a los enamorados. Eran tipos más bien castos, solteros, gruñones y poco propensos a la cursilería.
Parece ser que ese patrocinio de los enamorados no es eclesiástico en origen. Cuando Chaucer escribió los Cuentos de Canterbury (s. XIV) asoció el compromiso matrimonial del rey con el patrocinio de San Valentín, y ahí quedó la cosa. Nadie prestó atención a la fecha de tal compromiso entre Ricardo II de Inglaterra y Ana de Bohemia, en mayo. El Valentín que había mentado Chaucer era Valentín de Génova, otro obispo, que murió en el 307 dC, y no era ni el de Roma ni el de Terni ni el africano, pobrecito. Pero el rey se casó en febrero y quizá sea ésa la causa de tanta confusión y tanto Valentín arriba y abajo.
El nombre de Valentín atrae la santidad. Tal es así que la Iglesia tiene once San Valentín en el santoral, tres de los cuáles se celebran el 14 de febrero. Uno es Valentín de Roma, sacerdote, martirizado en el 269 dC. Sus reliquias se veneran en Roma y Dublín. El segundo, Valentín de Termi, obispo, que vivió un siglo antes y se venera en la misma ciudad donde ejerció el cargo. El tercero es un Valentín del que se sabe poco, pero que consta que fue martirizado en África, en una matanza de cristianos. A saber por dónde paran sus restos.
Aquí la tenemos liada, porque unos dicen que el patrón de los enamorados es Valentín de Roma y otros sostienen que es el Valentín de Terni. Un tercer grupo, con el propósito de fastidiar, afirma que el Valentín de Roma y el de Terni son la misma persona. Todo podría ser, porque el relato de sus vidas se escribió muchos siglos después. Quizá sea el Valentín africano, que parece que no pinta nada en el debate, pobrecito. El caso es que no consta en la biografía de estos santos nada que pueda asociarse propiamente a los enamorados. Eran tipos más bien castos, solteros, gruñones y poco propensos a la cursilería.
Parece ser que ese patrocinio de los enamorados no es eclesiástico en origen. Cuando Chaucer escribió los Cuentos de Canterbury (s. XIV) asoció el compromiso matrimonial del rey con el patrocinio de San Valentín, y ahí quedó la cosa. Nadie prestó atención a la fecha de tal compromiso entre Ricardo II de Inglaterra y Ana de Bohemia, en mayo. El Valentín que había mentado Chaucer era Valentín de Génova, otro obispo, que murió en el 307 dC, y no era ni el de Roma ni el de Terni ni el africano, pobrecito. Pero el rey se casó en febrero y quizá sea ésa la causa de tanta confusión y tanto Valentín arriba y abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario