Me pregunto si una de las causas de la apatía que provoca el primer lustro de Estatuto es que éste no tiene mucho lustre. Se aprobó de manera torticera, en la Moncloa, con un pacto entre el señor Rodríguez Zapatero y el señor Mas en el que el primero se comprometía a defenestrar a Maragall y apoyar la presidencia del señor Mas y el segundo se comprometía a tirar p'alante el Estatuto que iba saliendo de las Cortes y sacar de un apuro al primero. Luego, si te he visto, no me acuerdo. El señor Montilla defenestró con alegría al señor Maragall (todo el PSOE celebró el evento, PSC incluído), pero volvió a firmar el pacto tripartito, porque, dijo, en el PSOE de Cataluña mando yo.
Luego vino el festival del Tribunal Constitucional. Sucedió lo que todo el mundo sabía que iba a suceder (léanse, por ejemplo, las biografías autorizadas de Pasqual Maragall). Algunos artículos del nuevo Estatuto eran claramente inconstitucionales, incluso para un estudiante de Derecho. Se dejaron así, esperando que fuera otro quien aplicara la tijera. Y se lió.
Básicamente, el Estatuto se pasaba la Constitución por el forro en la cuestión del sistema judicial. El Estatuto defendía un sistema jurídico autónomo e independiente del sistema jurídico español, lo que atenta contra las garantías jurídicas del ciudadano o la igualdad ante la ley, por ejemplo, ya que un catalán, de aplicarse esos artículos, no podría acudir a instancias jurídicas a las que sí puede acudir cualquier otro español (al Tribunal Supremo, por ejemplo). Cosas de abogados, ya ven. Luego, otros detalles. El Tribunal Constitucional declaró que el Defensor del Pueblo también tenía jurisdicción en Cataluña (algo que el nuevo Estatuto quiso negar), y que la defensa de los derechos del ciudadano ante la Administración Pública en Cataluña no era exclusiva del Síndic de Greuges; luego se declaró inconstitucional que la Generalidad de Cataluña regulase el funcionamiento de las administraciones locales o del sistema financiero con independencia de las leyes españolas que regulan ambas cosas y que tienen validez en todas las Comunidades Autónomas. Poco más.
Y se montó un pitote, porque había ganas de montarlo. Qué escándalo, qué horror. ¿Quién es un juez para llevar la contraria a la opinión mayoritaria del Pueblo y del Parlamento? ¿Con qué derecho...? En fin, no discutiré sobre la separación de poderes.
La cuestión es que, después de años de meter bulla, se pudo organizar una gran manifestación. La fecha escogida fue el sábado 10 de julio de 2010. El entonces presidente Montilla tuvo que salir por piernas, abucheado. Pujol, que siempre se había opuesto a reformar el Estatuto, fue recibido con aplausos y gritos de President! President! El principio del fin. Según la Guardia Urbana, acudió tanta gente que, calculadora en mano, dividiendo el número de manifestantes por la superficie ocupada por los mismos, salen doce personas por metro cuadrado, si no más. Un año después, la manifestación para celebrar la manifestación del millón no llenó ni la mitad de la plaza Urquinaona, con una concentración netamente inferior a la persona por metro cuadrado.
Otra consecuencia la vemos en las urnas. El Tripartito se ha hundido, espectacularmente, y la que le espera, que sigue cayendo. Desde que se metió en el folletín del Estatuto, la izquierda se ha desintegrado. En parte, porque el público ha abandonado la sala, porque la película que pasan es aburrida y no tiene ningún interés. En parte, porque no ha podido sobrevivir al monstruo que se devora a sí mismo, ni a la crisis que se nos ha echado encima, que han ayudado a provocar y que han sido incapaces de prevenir.
IC-V, el partido eco-progre-pijo de ideología chachi piruli happy flowers, y perdonen ustedes la falta de respeto, hacía ya mucho tiempo que había renunciado a ser de izquierdas de verdad y se conformaba con un edulcorado y sostenible ideario utópico ambientalista. Mantiene sus expectativas, que son muy modestas. ERC se hunde, sin remedio. Se da en sus filas una especie de locura que complica la situación sobremanera. No hay nada más arriesgado o peligroso que ser líder de ERC, con la posible excepción de la práctica de la odontología del caimán. El PSC también se hunde, y eso que había conseguido superar los votos de CiU cuando Maragall se presentó por primera vez. Los líderes que han llevado al partido al abismo, los de siempre, se enquistan en el poder y se niegan a responsabilizarse de la catástrofe. Todo lo contrario: discuten sobre el sexo de los ángeles de su ideología, cuestionando qué letra tiene que pesar más en PSC, la ese o la ce, cuando la ce está ocupada por prácticamente todo el mundo y no cabe nadie más y la ese hace tantos años que yace abandonada... A decir de muchos, Montilla fue la culminación del pujolismo, su máximo exponente. Todo un piropo para un líder... del PSC.
La derecha triunfante es CiU, que no se ha visto afectada para nada por el tres por ciento, Millet, Alavedra o Prenafeta, éste último invitado de honor a la toma de posesión del señor Mas, hoy presidente (véase cómo se cuadra la guardia de honor de Mossos d'Esquadra a su paso). Pero no es una derecha pujolista, sino visceralmente neoliberal, neocon, pompeufabrista de Chicago y decidida a liberalizar, privatizar y desregularizar cualquier cosa que huela a Estado. A Pujol, en honor a la verdad, se le notaba menos. El PP, a su izquierda, crece en las encuestas, ocupando parte del espacio de la ese que perdió el PSC hace años, pues el PP (parece mentira, ¿verdad?) es un partido popular (con un proporción de votantes de clase baja o media baja más alta que la izquierda, quiero decir). El futuro pinta negro para las izquierdas, que lo pierden todo, público y película, para la clase media, que se arruina, para el trabajador, que ve cómo se esfuma el Estado del Bienestar... mientras aplaude; CiU dice que será la fuerza decisiva en Madrid, pero todo parece indicar que será el PP la fuerza decisiva en Cataluña, después de las elecciones de noviembre.
Quizá por eso nadie esté para fiestas de cumpleaños. Yo, desde luego, no estoy de humor.
Los catalanes merecemos lo que tenemos al votar con entusiasmo una ley que restringía claramente nuestros derechos sólo porque unos señores nos decían lo bueno que era para nosotros, precisamente los mismos señores que viven a nuestra costa, se llenan los bolsillos con el 3 % (y más), envían a sus hijos a colegios privados, se curan en la sanidad privada y se ríen a carcajada batiente de nosotros en el mientras tanto.
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