Cuentan los medios que la comparecencia de los consejeros Mena y Cleries fue, en el mejor de los casos, lamentable. Se trata del asunto del PIRMI, y del desaguisado que se ha producido este agosto cuando han intentado cambiar el sistema de pago de las rentas mínimas de inserción (RMI) de treinta y tantas mil personas. Una colección de cargos públicos procedentes de las aulas de ESADE ha dicho tal cantidad de barbaridades sobre la asistencia social, ha acudido a tal cantidad de tópicos y se ha mostrado tan indiferente, si no directamente hostil, a los problemas de las personas menos favorecidas (otrora llamadas pobres) que uno no sabe si provocan vergüenza ajena, asco o una pura y simple indignación. Si yo fuera alumno de ESADE, o un antiguo alumno, me rasgaría las vestiduras y negaría por tres veces haberme diplomado en esa escuela.
Ya saben: los pobres están de vacaciones todo el año, se gastan el dinero en tonterías, no quieren trabajar porque les sale más a cuenta vivir del cuento, son tramposos y delincuentes, son, evidentemente, inmigrantes (y mujeres) y en definitiva, son pobres porque quieren y no está el patio como para pagar dinero a esos aprovechados, que mejor se gasta uno el dinero de los demás sufragando el fútbol, la televisión pública y paripés con canapés. Y la culpa de que todo esto haya pasado, de que sean tantos inmigrantes y de que haya tanto fraude, de que se haya armado tal follón este mes de agosto, la tienen los asistentes sociales, que son funcionarios, y uno ya sabe que un funcionario es casi, casi, tan malo como un inmigrante.
Dicen los periódicos que ni uno ni otro conseller pudo aportar una sola cifra sobre el volumen de un fraude que anunciaban como masivo. Es más, el señor Mena rompió varias veces el compromiso de confidencialidad anunciando que tal o cual persona había cobrado la RMI, como queriendo decir mira tú por dónde, ése, adónde iremos a parar, y pretendiendo hacer de un árbol (talado hace ya tiempo) un bosque. Con la ley en la mano, podrían denunciarle por hacer públicos esos datos personales, y me extraña que no se pongan a ello.
Tampoco pudieron explicar el porqué del caos, pues parece ser que los cheques nominativos de la RMI se enviaron a las direcciones de un listado... que no estaba actualizado. De ahí tantas personas que no recibieron el cheque. A día 25, todavía no habían cobrado un 20% de los beneficiarios porque el Gobierno ¡había escrito mal su dirección! Etcétera.
¿Por qué hicieron lo que hicieron? Sobre todo ¿por qué lo hicieron tan mal? ¿Qué objetivo perseguían? ¿El fraude? ¿Qué fraude? ¿De qué cifras de fraude estamos hablando? ¿Ninguneó el señor Mena al señor Cleries? ¿Por qué el señor Cleries no defiende a sus funcionarios de las acusaciones que hace e hizo el señor Mena? ¿Cuánto dinero ha costado la broma, la estúpida gestión de este par, este lío inmenso? Nada de esto se respondió. ¿Disculpas? Ni una ni media.
Pese a una oposición débil, a mi entender, ambos caballeros supieron quedar como lo que son. En especial, el señor Mena. Hacía mucho tiempo que no oíamos un discurso tan cínico sobre la pobreza, tan desalmado, tan lamentablemente indigno en una persona que ocupa un cargo público y al que nunca le ha faltado un plato de sopa en la mesa. En cualquier otro país, este tipo dimite por las buenas, por las malas o se va a contar caracoles a Mongolia. Aquí pasa por bueno, con el permiso del jefe y ante la indiferencia del común, que se acostumbra a los canallas con una facilidad que me deja pasmado.
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