En 1886, J. Lancaster & Son, de Birmingham, patentó el reloj que luego se comercializaría como Lancaster Ladies Watch Camera, o reloj-cámara para señoras de Lancaster.
Se preguntarán el porqué del para señoras; ahora les cuento.
Durante los últimos años de la era victoriana, el puritanismo oficial estaba reñido con las costumbres de los caballeros británicos. La institución del matrimonio no era impedimento para que éstos acudieran regularmente a los burdeles y mantuvieran relaciones adúlteras con una o más mujeres. Aunque existía el divorcio, la camaradería masculina dificultaba que una dama pudiera separarse del marido sin sufrir la ruina económica. Sólo casos de muy flagrante adulterio o escándalo público podían asegurar una indemnización o una renta vitalicia suficiente para la interesada, y una vergüenza para el sinvergüenza.
J. Lancaster & Son sacó a la venta su reloj-cámara para señoras con la intención de pillar a los caballeros en situaciones comprometidas, in fraganti. Con el testimonio de una fotografía, estos casquivanos gentlemen difícilmente podrían argumentar que fue sin querer, que pasaban por ahí... Para evitar el escándalo y la ignominia pública, se iniciaban los trámites para separarse por las buenas. Pagando, naturalmente.
El invento de J. Lancaster & Son puso a los maridos británicos contra las cuerdas y les amargó la vida. Pero sólo durante unos años. El reloj-cámara para señoras de Lancaster era un trasto complicado, que tenía que manipularse con mucho cuidado. Montar el objetivo tenía su intringulis, pero lo más difícil era cargar o retirar la película, una placa de celuloide fotosensible que iba dentro de una cajita, en la parte posterior del reloj. Si era manipulada por dedos torpes, se abría y se echaba a perder la película.
Eso explica que el reloj-cámara para señoras de Lancaster dejara de fabricarse en 1890 y no fuera el éxito de ventas que habían previsto en J. Lancaster & Son. Hoy, en cambio, este curioso artefacto es una pieza preciadísima por los coleccionistas. Que se sepa, sólo quedan cuatro ejemplares en todo el mundo.
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