La oposición de un gobierno suele ser muy diversa y heterogénea. En el Parlamento de Cataluña, por ejemplo, tenemos gentes de derechas, de izquierdas y también socialistas, eco-progres y en resumen, una fauna muy diversa. Bajo este punto de vista, destacar a un diputado por encima de los demás y llamarlo Jefe de la Oposición es absurdo. Cuanto menos, ridículo.
Peor todavía cuando el Jefe de la Oposición no es de la oposición, sino un aliado del gobierno. ¡Esto es esperpéntico! Pero los catalanes tenemos afición al esperpento.
Hoy, el cargo se regula mediante la Ley 13/2008 de 5 de noviembre de la Presidencia de la Generalidad y del Gobierno. El Jefe de la Oposición será el del grupo de la oposición con más diputados; si hubiera empate entre dos grupos de la oposición, el que hubiera obtenido más votos.
La ley electoral vigente en Cataluña (todavía preconstitucional después de diez legislaturas, qué vergüenza) permite que ERC tenga veintisiete mil votos menos que el PSC, pero un diputado más. Como ven, hay motivos para echarse unos a otros los trastos a la cara. El Jefe de la Oposición soy yo, no tú, dirá uno, y viceversa, dirá el otro.
La Presidencia del Parlamento designa a un diputado como Jefe de la Oposición y la dama o el caballero pasa a ser Honorable Señor o Señora. En cuestiones de protocolo, su puesto será relevante. Tendrá derecho a recibir el sueldo de un conseller, que fue de 108.576 euros en 2012. Podrá contratar a dos personas para que le ayuden en sus cosas, que percibirán un buen sueldo que pagará el Parlamento de Cataluña (A24, en jerga burocrática). Tendrá un despacho, un coche oficial y más cosas por el estilo. Los señores Nadal y Mas fueron Jefes de la Oposición y renunciaron al sueldo, pero no al resto de los privilegios, que molan mogollón, en palabras de un ilustre notario.
A cambio de este trato señorial, el Jefe de la Oposición tendrá que (copio y traduzco) Ser consultado, a iniciativa del presidente de la Generalidad, en aquellos asuntos de mayor importancia para el país, como los que puedan afectar a las instituciones básicas de Cataluña, su proyección exterior, el régimen de autogobierno o cualquier otra que el presidente de la Generalidad considere.
Es decir, para que se entienda, que cuando surja un asunto de la mayor importancia para el país, o cualquier otro asunto, o ninguno, el presidente podrá consultarle, si quiere. Si no quiere, no le consultará.
Pero ¡cómo mola ser el Honorable Señor don Jefe de la Oposición! Aunque sea un cargo caro y estúpido.
Todo es tan descorazonador...
ResponderEliminarCarlos