Queridos lectores, toca confesar un crimen. Yo soy el culpable de la realidad poliédrica.
Hace algunos años, trabajé como negro de un cargo político. En pocas palabras, escribía sesudos artículos de opinión, ponencias, conferencias, discursos, que llevaban la firma de otro. Es muy feo decir de quién, como feo sería exponer sus limitaciones lingüísticas, pero valga decir que era bastante zote para leer y escribir, limitaciones que no afectaban para nada su capacidad para gestionar el cobro de comisiones.
Recibía instrucciones un tanto extrañas. Si escribía un artículo de opinión, éste tenía que ser espeso, aburrido e insustancial, y fracasaba en el empeño si el lector era capaz de acabar el primer párrafo y querer seguir leyendo el segundo. Aunque el artículo respondiera a una demanda política, empresarial o ciudadana, siempre y en cualquier caso no tenía que decir nada. Nada. Eso sí, había que hablar mucho y muy pomposamente.
En éstas, acepté una apuesta. Dije que era capaz de colar tres palabras escogidas por mi contrincante en un artículo para La Vanguardia. Mi contrincante escogió coyuntura, oveja y poliédrico y la gente esperó a ver.
Fue muy fácil meter coyuntura en el texto. Facilísimo. Dada la actual coyuntura, por ejemplo. Coyuntura no tiene mérito.
Mucho más difícil fue oveja. El artículo era capaz de dormir a las ovejas, lo que me inspiró. Empleé el plural, ovejas, para comparar la situación de la ciudadanía y un rebaño de estos rumiantes. La comparación (una osadía) pasó la censura. ¿El truco? Mentar a las ovejas hacia el final de una frase larga y farragosa en mitad del artículo, la parte que nunca lee nadie.
Poliédrico me costó un poco, pero me inventé una expresión, la realidad poliédrica, y la empleé al principio del texto, sin medir las consecuencias. La realidad poliédrica pasó la censura del jefe. Dudo que conociera el significado de poliédrico, pero la expresión le sonó propia de un tipo listo y como iba a ser él el abajo firmante, le dio el visto bueno.
La broma y la victoria me dejaron mal sabor de boca. La realidad poliédrica era, sigue siendo, una expresión de mal decir. No me gusta, no me pregunten por qué.
Desgraciadamente, la realidad poliédrica tuvo éxito.
Un día, amaneció con un ministro mentando la realidad poliédrica. Se había leído el artículo (lo que todavía me parece increíble). Un periodista se sumó al carro. De ahí a las tertulias, un paso. De las tertulias de vuelta a los políticos, otro más. La realidad poliédrica se extendió como la peste. La realidad ya nunca volvió a ser la misma.
No saben cuánto lo siento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario