«Varo ¡devuélveme mis legiones!»

Dicen que Augusto, el César, ya muriéndose, preguntaba todavía por las legiones de Varo, no sabemos si furioso o atemorizado. En el año 9 dC, tres legiones bajo el mando del cónsul Varo se aventuraron por el bosque de Teutoburgo. Les guiaba un traidor, Arminio, jefe de una ala auxiliar germana. Arminio dijo que iba a por tabaco, que volvía en seguida, y volvió, seguido por miles de guerreros queruscos. Varo había caído en una trampa, pese a todas las advertencias que había recibido días antes sobre Arminio, que era un querusco de mirada torcida, ambicioso, cruel y poco de fiar. Pero Roma le ha nombrado caballero, respondía siempre Varo. Fíate tú de Roma, de Arminio y de la madre que lo parió, le dijeron en Teutoburgo sus tribunos, poco después.

La matanza duró cuatro días. El bosque estaba lleno de trampas, empalizadas, y queruscos que, tan pronto capturaban un romano vivo, lo sacrificaban a los dioses en un altar o lo encerraban en una jaula de mimbre y lo suspendían encima de una hoguera, por divertirse. Más de diez mil romanos cayeron en el bosque de Teutoburgo. La derrota fue tremenda y desató el pánico, y la vergüenza, en Roma. Nunca más se volvieron a formar las legiones perdidas (XVII, XVIII y XIX) y todavía hoy en día el número 17 (XVII) da mala espina en Italia. Ningún Ferrari ha llevado jamás el número 17, por ejemplo.

Arminio era una mala pieza y fue asesinado por los suyos unos años después, tan pronto conocieron de cerca su mirada torcida, su ambición, su crueldad y lo cabrón que era, para qué nos vamos a andar con rodeos. Pero Arminio se convirtió en Hermann y Hermann, en el símbolo de los valores del nacionalismo alemán más rancio. Ahora era un hombre recto, valiente, alto, rubio, que mentaba la Gran Alemania y los valores patrios contra el bárbaro invasor, que era bajito, moreno, seguramente semita, sucio y feo.

Todo esto viene a cuento de una exposición que se ha abierto en Alemania, Imperium-Konflikt-Mythos, aprovechando que los arqueólogos han dado al fin con el verdadero campo de batalla de Teutoburgo y han reunido impresionantes piezas arqueológicas. La exposición se reparte en tres escenarios: el de la batalla (Kalkriese, donde hay un museo permanente), el de la principal guarnición romana al este del Rin (en Haltern am See), y en Detmold, donde se levantó en el siglo XIX el mayor monumento, y más hortera, al mítico Hermann, ahora símbolo de los valores patrios del Reich Alemán. Si pasan por ahí antes del 25 de octubre, no se la pierdan.

A Varo, que le den. Pero antes, que nos devuelva las legiones.

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