Tres remedios para un vulgar catarro (y III)

El tercer método para combatir el catarro, descartada la Iglesia y la medicina, será acudir a su homeópata particular, que se aproximará holísticamente a usted y considerará las miasmas del catarro que padece en relación con la totalidad de su persona y tal y cual.

Como el homeópata no es tonto, pero usted puede que sí, le habrá recomendado un tratamiento preventivo contra el catarro, que le habrá salido por un ojo de la cara, entre la consulta (cincuenta euros) y las pastillitas de Heel o Boiron, multinacionales homeopáticas. Las pastillitas del tratamiento homeopático preventivo contra el catarro le habrán salido por cincuenta euros, euro más o menos, pero ¡ya lo ve!, no se ha librado usted de ésta. Seguramente, porque algún día se olvidó de tomar su dosis, aunque ahora mismo no se acuerde de habérsela olvidado, o porque la totalidad de su persona se ha visto influenciada por la generalidad de su entorno, o algo parecido.

A lo que íbamos. Prevenido o desprevenido, pilla el resfriado y con el corazón en un puño acude al homeópata (cincuenta euros la consulta) y éste le recetará un tratamiento homeopático de pastillitas de Heel o Boiron, multinacionales homeopáticas, que sumarán entre veinte y cincuenta euros más a su cuenta de beneficios. El resultado será sorprendente: el catarro desaparecerá en una semana, y le faltará tiempo para andar corriendo a sus amigos acatarrados para explicarles lo bien que previene y cómo cura la homeopatía.

Sin embargo, lamento chafarle la guitarra. Las revistas médicas serias dicen que La evidencia de la eficacia de la homeopatía con los catarros es poco convincente, por decirlo sin ofender a nadie. Es decir, que no curan el catarro ni para atrás. Del mismo modo, no existe ningún tratamiento médico que cure el catarro, aunque existan remedios para aliviar algunos de sus síntomas.

Si analizamos los remedios homeopáticos de venta en farmacias, algún jarabe homeopático recetado para la tos seca se ha mostrado ligeramente eficaz, ya sea mezclando drosera, árnica, belladona, artemisa china, fosfato ferroso de cobre, ipecacuana y solidago o ya sea con un potingue de acónito, nueza, lachesis, eupatorio y fósforo, siempre convenientemente diluidos para que tales sustancias tengan una concentración menor que la que indica el número de Avogadro; es decir, la (des)concentración suficiente como para que sus moléculas no aparezcan en la mezcla, aunque hayan dejado un recuerdo de su presencia en el agua donde se han disuelto (pues tal gilipollez es el principio de la homeopatía).

Así, pues, parece que funciona para la tos seca... No tan deprisa. Las pruebas que afirman tal cosa son metodológicamente defectuosas, y no puede discernirse si el efecto beneficioso es el de un placebo o es causado por el agua edulcorada que se emplea como jarabe, en vez de ser provocada por los elementos presuntamente activos y fantasmagóricamente presentes en el potingue. En resumen, esa ligera eficacia no puede distinguirse del ruido estadístico. Fin.

Más prometedora parece la comparación de algún producto homeopático con la aspirina. Un estudio afirma que el Eupatorium perfoliatum D2 tiene la misma efectividad que la aspirina en el tratamiento del catarro, pero la experiencia se realizó sin doble ciego, por lo que no puede descartarse un efecto placebo. Sí se aplicó el doble ciego comparando la aspirina con uno de esos jarabes homeopáticos antes descritos, y se concluyó que el tratamiento era casi (casi) tan efectivo como el tratamiento con aspirina, pero otro fallo metodológico dificulta la interpretación de los resultados (no se utilizó un grupo placebo para comparar los resultados del jarabe y de la aspirina).

Lamentablemente, la ciencia ha demostrado en repetidas ocasiones que la aspirina no cura el resfriado. Sin comentarios.

En estudios bien diseñados de doble y triple ciego, tanto los remedios homeopáticos comerciales como los homeópatas que preparan ellos mismos sus diluciones han fracasado repetidamente, una y otra vez, en el intento de diferenciarse del placebo y mostrar alguna efectividad que no sea la provocada por la sugestión del paciente. Se ha experimentado con bebés mocosos, con niños acatarrados, con adolescentes resfriados, con enfermos crónicos, con grupos pequeños o grandes... y nada, lo dicho: la homeopatía y el agua del grifo producen el mismo efecto en el paciente cuando se trata de combatir el catarro. Desengáñese: arrastrará los mocos consigo durante una semana, más o menos, con o sin homeopatía, y ésta lo único que cura es la hipoteca del homeópata o la cuenta de resultados de Heel o Boiron, multinacionales homeopáticas.

Eso sí, se habrá gastado usted un pastón tremendo en el remedio de lo irremediable, y se verá obligado a hablar bien de su inversión o pasar por idiota. Remedio por remedio, mejor le hubiera sido encomendarse a San Blas.

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