¿Qué hay de nuevo, Bartolo?


Sitges, mirando al mar.
Apunte gráfico, in situ.

La vida da muchas vueltas y las últimas que ha dado la mía me han mantenido alejado de Sitges, una de mis patrias chicas, un lugar de veraneos interminables, playas y bicicletas, que albergó mis sueños de infancia y juventud. El final, o más bien el principio del fin, lo marcaba la festividad de San Bartolomé, santo mártir, que se dejó la piel, literalmente, por predicar el Evangelio. 

Ahora se pasea en fechas tan señaladas con la palma del martirio, que no es de una palmera del Paseo Marítimo, como sostienen algunos, y el bisturí que le separó la piel del cuerpo, que vaya recuerdos que se lleva uno de esta vida. De Sitges, patrón, Bartolo regresa cada año convocando las bestias y los diablos, que suman pólvoras, y desfila precedido de bailes populares, chirimías y autoridades, que en un estado tan laico como éste siguen rindiendo pleitesía al varón que tal fin tuvo de sus días. 

Ay, el mar, tan azul...

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