El ojo que todo lo ve


El vigilante, al acecho.
Apunte gráfico, in situ.

Paseando por Sitges, regresé al Racó de la Calma, un lugar que ha padecido las obras (horrorosas) durante años y que ha regresado a una aparente normalidad, recién pintado.

En éstas, buscando las novedades (que afectan especialmente a la casa Rocamora) descubro en las paredes un artefacto que pasa por cámara de seguridad.

No parece que vigile demasiado, me digo. Ahí está, con el objetivo apuntando a ninguna parte.

Entonces pasa por la calle una señorita en edad de merecer y con un cuerpo de ésos que quitan el hipo, una diosa de la cabeza a los pies, un monumento artístico, una belleza sin par, una tía bonísima, para qué disimular. 

Un zumbido llama mi atención. La cámara de vigilancia ¡se mueve! Apunta al objetivo, lo sigue con detenimiento, sin dejar de fijarse en él. Ajusta el zoom, enfoca el escote, repasa las piernas, explora el final de la espalda, sigue a la mujer hasta que desaparece de la vista y entonces, con un zumbido menos urgente, apagado, vuelve a su posición inicial, esperando a verlas pasar.

Pues, sí, sí, hay alguien al otro lado. ¡Qué bien se lo está pasando!

1 comentario:

  1. Si supiéramos con certeza para qué utilizan las cámaras, seguro que, con un mallo en ristre, saldríamos todos a la calle a repartir trancazos contra estos artefactos.
    Salud
    Francesc Cornadó

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