Que me tomen el pelo



Uno de los pequeños placeres de esta vida es la visita al barbero. La insultante alopecia, cada día más crecida, reduce la periodicidad de estas visitas, pero menor la cantidad, mayor el placer. Es un lugar conocido, refugio varonil repleto de revistas de automóviles, de señoras y tebeos, a la antigua, donde te toman el pelo con gracia, sin esperar instrucciones, porque te conocen desde niño y ya saben qué hay que hacer. Cortito y andando, que es gerundio, mientras ojeo revistas de meses atrás en las que salen automóviles pasados de vueltas.

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