Maten al mensajero


Cuando salta un escándalo de corrupción o malversación de fondos públicos, pocas veces conocemos el destino de quien avisó de que tal cosa estaba sucediendo. Es más, muchos asuntos sucios no salen a la luz y se ahogan en los pasillos, y ¿qué ha sido de quien avisó de que algo no funcionaba como era debido? 

La pregunta es una. Si usted trabaja en una administración pública, por ejemplo, y descubre un caso de corrupción, ¿qué hará? ¿Lo denunciará? Se suman las preguntas, porque si quiere usted denunciarlo, ¿a quién lo denunciará? ¿Y qué te pasará si lo denuncias? Lamentablemente, nada bueno.

En la mayor parte de los casos de corrupción, el funcionario o el empleado público que hace saltar la liebre pierde su trabajo, ha de recurrir a los abogados para defenderse (y eso cuesta dinero), sufre acoso o ninguneo en su lugar de trabajo, puede encontrarse traicionado por sus compañeros (que, por miedo o por otras razones, se apartarán de él o testificarán en su contra). Es más, las pruebas que pudiera haber correrán una extraña suerte y muchas de ellas, simplemente, desaparecerán. 

Búsquenlos y los encontrarán. Se han escrito artículos y filmado documentales donde se pone el dedo sobre la llaga. Si quien denuncia la corrupción y la malversación de fondos sufre un castigo y el corrupto y malversador se va de rositas (y así sucede en la mayor parte de las ocasiones), ¿quién denunciará el mal uso del dinero público? 

La señora justicia carga muchas veces contra el mensajero.
Demasiadas.

Por poner un ejemplo, algunos de los funcionarios que denunciaron parte de la trama Gürtel o el caso Pretoria han perdido su trabajo y están siendo perseguidos y arruinados por toda clase de pleitos que promueve ¡la Administración Pública! Un trabajador de TV3 que avisó de un posible ERE en la plantilla de esta televisión está siendo juzgado y amenazado con ¡siete años de cárcel! ¡Por revelar a cuánto asciende un sueldo público!

Ayuntamientos y Comunidades Autónomas acaban descargando su ira no contra el pecador (el cargo corrupto o malversador), sino contra el mensajero que descubrió el pecado. Acosados, ninguneados, maltratados y traicionados, así viven los funcionarios valientes. A la luz de estos sucesos, que pasan desapercibidos por el gran público, pero que conocen los funcionarios próximos al corrupto, no es difamar decir que muchos gobiernos municipales y autonómicos actúan como verdaderas mafias. 

Una cosa es lo que te digan los periodistas de un caso lejano y otra vivirlo o verlo muy de cerca. Conozco casos de personas que han perdido su trabajo por no conceder una subvención a un amigo de la familia Pujol y he visto expedientes abiertos y órdenes de despido por denunciar que un director general cobraba dietas por comidas, viajes y festejos que nada tenían que ver con su trabajo; también he visto a empleados apartados de su trabajo y posteriormente acosados por superiores e iguales porque habían cuestionado un trámite a todas luces ilegal; he visto cómo se arreglaban concursos o cómo se pedía un porcentaje de un contrato o se amañaba un pago para que pareciera que no iba con tal persona, pasando por encima de la opinión, incluso de la negativa, de empleados públicos. ¡No hablemos de los consejos de administración! Cobrar dietas por asistir a un consejo de administración que no se ha celebrado realmente llegó a ser la norma. Lo he visto y sufrido, no me digan que son cuentos.

Dieciocho años de trabajo en la Generalidad de Cataluña (pujolera, tripartita y procesionista) me han ofrecido sobrados ejemplos. Supongo que un empleado público de otras administraciones autonómicas o municipales también las habrá visto parecidas. En prácticamente todos estos casos desaparecen los papeles, se borran las bases de datos, la gente se olvida apresuradamente de aquello que vio o se dijo... El mensajero sólo tiene su palabra contra la de un alto cargo sin vergüenza alguna que cuenta con el apoyo de toda una institución dominada por sus cómplices. Si lo denuncia, está vendido.

Esto no es la excepción, sino la norma. Si no hacemos pronto alguna cosa, ya me dirán ustedes. O se protege por ley (¡se premia!) al denunciante o esto se va al carajo.



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