El metro de Roma tiene forma de X, con dos líneas, la A y la B, que se cruzan en Termini. Cualquier otra capital europea tiene un mapa del metro mucho más complicado. Pero Roma es Roma, qué le vamos a hacer, y los romanos echan la culpa a las piedras. No les falta razón porque mueves una piedra y ¡zas! surge la historia. Así, sin avisar. Los ingenieros romanos se enfrentan no a una capa freática, sino a múltiples capas históricas, y cada una de ellas reclama ejércitos de arqueólogos y funcionarios de Patrimonio, que detienen las obras a la primera de cambio. Es lo que hay. Sólo un cafre como Mussolini pudo abrir la Via dell'Impero al lado del Foro, arrasando con todo, arqueólogos incluidos. ¡Qué estropicio, por Dios!
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