Los filatélicos que visitan Roma no pierden la oportunidad de cruzar la frontera y entrar en el estanco de los servicios postales de la Ciudad del Vaticano (Poste Vaticane). Porque el Estado más pequeño del mundo es, qué paradoja, uno de los países con más ajetreo postal del planeta. Editan un montón de sellos (la mayoría, de colección) y envían millones de cartas y postales cada año. Piensen que el ferrocarril del Vaticano (sí, el Vaticano tiene un ferrocarril, han leído bien), el ferrocarril del Vaticano, decía, dedica su línea ferroviaria íntegramente al servicio de correos.
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