Sabrán perdonarme en Sitges y Santa Tecla donde quiera que esté si me refiero a los actos en honor de Santa Tecla como la Fiesta Menor, con un deje irónico, pero cariñoso, que compara la fiesta de Santa Tecla (23 de septiembre) con la fiesta de San Bartolomé (24 de agosto). San Bartolomé señala el final de las vacaciones de los forasteros de toda la vida, y los fuegos artificiales y los bailes populares atraen a muchos curiosos de los alrededores. Se celebra en olor de multitudes y por todo lo alto.
En cambio, Santa Tecla es una fiesta íntima, que no cuenta con tanto público forastero, pero sí con el mismo público indígena. Se acabó el verano, las vacaciones sucedieron en un pasado lejano y remoto, pasó la vendimia, sólo queda la gente del pueblo, los indígenas de toda la vida que repiten la Fiesta Mayor cambiando Bartolomé por Tecla y festejando el asunto de la misma manera, casi idéntica, pero sin tanto ruido como hace un mes. Los niños celebran una matinal infantil, donde sacan a pasear gigantes y dragones de papel cuché, que han fabricado ellos y sus papás durante el verano, y se repiten los fuegos artificiales, los vermús con la banda, los conciertos de chirimías, las misas y los sermones del señor rector, las procesiones cívicas y religiosas y los excesos pirotécnicos de los bailes populares. Todo... en privado. De Sitges, por Sitges y para Sitges.
Los forasteros de toda la vida sentimos añoranza de Santa Tecla. Nos gustaría vivirla, porque las (pocas) veces que hemos disfrutado de las fiestas de Santa Tecla, hemos disfrutado mucho y nos ha parecido todo maravilloso. Pero la oficina nos ata, la ciudad nos aprieta y quieren compensarnos con el fiasco y la muchedumbre de las fiestas de la Mercè. No hay color, qué quieren que les diga.
En cambio, Santa Tecla es una fiesta íntima, que no cuenta con tanto público forastero, pero sí con el mismo público indígena. Se acabó el verano, las vacaciones sucedieron en un pasado lejano y remoto, pasó la vendimia, sólo queda la gente del pueblo, los indígenas de toda la vida que repiten la Fiesta Mayor cambiando Bartolomé por Tecla y festejando el asunto de la misma manera, casi idéntica, pero sin tanto ruido como hace un mes. Los niños celebran una matinal infantil, donde sacan a pasear gigantes y dragones de papel cuché, que han fabricado ellos y sus papás durante el verano, y se repiten los fuegos artificiales, los vermús con la banda, los conciertos de chirimías, las misas y los sermones del señor rector, las procesiones cívicas y religiosas y los excesos pirotécnicos de los bailes populares. Todo... en privado. De Sitges, por Sitges y para Sitges.
Los forasteros de toda la vida sentimos añoranza de Santa Tecla. Nos gustaría vivirla, porque las (pocas) veces que hemos disfrutado de las fiestas de Santa Tecla, hemos disfrutado mucho y nos ha parecido todo maravilloso. Pero la oficina nos ata, la ciudad nos aprieta y quieren compensarnos con el fiasco y la muchedumbre de las fiestas de la Mercè. No hay color, qué quieren que les diga.
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