La ley es la misma para todos, guste o no guste. ¿Han oído hablar del reglamento europeo 258/97/CE? No me extraña, yo tampoco había oído hablar, pero soy uno de los afectados, como seguramente lo será usted. El reglamento, vigente desde 1997, regula los alimentos e ingredientes nuevos, y su obtención y preparación. La EFSA (Autoridad Europea de Salud Alimentaria) examina estos nuevos productos y si las garantías son suficientes, autoriza su comercialización en Europa. Se simplifica el proceso, pues la validación sanitaria es europea, no nacional.
Los ecologistas se las prometían muy felices con esta norma para evitar la propagación de productos transgénicos, clonados y compañía, pero no esperaban que la normativa pudiera prohibir comer flores cultivadas ecológica y naturalmente. Así, como les cuento: flores.
Desde hace unos años, la cocina contemporánea hace cosas muy raras y una de ellas es darnos a comer flores. Ensaladas con pétalos de rosa, carnes con lavanda, claveles en la sopa, son excentricidades habituales en los cocineros de renombre. Por eso se ha armado la marimorena cuando la Agencia para la Protección de la Salud de Cataluña ha enviado un requerimiento a los floricultores para que se pongan al día con el reglamento. Si usted cultiva flores que se comen, señor mío, tiene que cumplir con un reglamento del año 1997. Rápidos, rápidos, lo que se dice rápidos, no son, los señores de la agencia, pero lo que exigen es de recibo.
Cocineros y floricultores han puesto el grito en el cielo y estos días organizan una protesta singular. Así, unos cuantos restaurantes dan a comer platos con flores durante una semana a sus señores clientes, para demostrar que los señores clientes no pillan un dolor de barriga por comer flores. Ergo, ¿para qué regular nada? ¿No ven ustedes que las flores son inofensivas? ¿Qué daño puede hacer una flor? La alcachofa ¿no es una flor? Bien se la comen y no pasa nada. Pues ¿por qué no darle a la amapola? Pues muy sencillo, porque la amapola es venenosa, atontado.
Véanse las setas, productos naturales del campo de pe a pa. Este final de agosto ya han muerto tres boletaires por infartos y caídas en Cataluña, y cada año tienen que ingresar en los hospitales unos ochenta fungívoros gravemente intoxicados. Alguno muere y unos cuantos arrastran males toda su vida por culpa de esos malditos hongos. No está mal para un producto natural del campo.
Las flores no andan lejos. Cuenten ustedes las flores venenosas, tóxicas o nocivas por docenas. A modo de ejemplo, tenemos el azafrán de otoño, la azalea, la hiedra inglesa, la flor del tabaco, la glicina, la dedalera, el iris, la lantana, el acónito, la adelfa, la arveja dulce o el lirio, que parece tan inofensivo. ¿Les suena la cicuta? Súmenla a la lista. El laurel es alucinógeno. No les digo qué les puede pasar si se comen una flor de floristería, que ha conocido más insecticidas, plaguicidas y aditivos que el catálogo de la Union Carbide. Vayan con cuidado y no crean a nadie que promete mucho bueno por nada malo.
Con tanto burro suelto, si comer hierbas fuera lo natural nos veríamos pastando en el parque al salir de la oficina, pero no se da el caso... con frecuencia.
Los ecologistas se las prometían muy felices con esta norma para evitar la propagación de productos transgénicos, clonados y compañía, pero no esperaban que la normativa pudiera prohibir comer flores cultivadas ecológica y naturalmente. Así, como les cuento: flores.
Desde hace unos años, la cocina contemporánea hace cosas muy raras y una de ellas es darnos a comer flores. Ensaladas con pétalos de rosa, carnes con lavanda, claveles en la sopa, son excentricidades habituales en los cocineros de renombre. Por eso se ha armado la marimorena cuando la Agencia para la Protección de la Salud de Cataluña ha enviado un requerimiento a los floricultores para que se pongan al día con el reglamento. Si usted cultiva flores que se comen, señor mío, tiene que cumplir con un reglamento del año 1997. Rápidos, rápidos, lo que se dice rápidos, no son, los señores de la agencia, pero lo que exigen es de recibo.
Cocineros y floricultores han puesto el grito en el cielo y estos días organizan una protesta singular. Así, unos cuantos restaurantes dan a comer platos con flores durante una semana a sus señores clientes, para demostrar que los señores clientes no pillan un dolor de barriga por comer flores. Ergo, ¿para qué regular nada? ¿No ven ustedes que las flores son inofensivas? ¿Qué daño puede hacer una flor? La alcachofa ¿no es una flor? Bien se la comen y no pasa nada. Pues ¿por qué no darle a la amapola? Pues muy sencillo, porque la amapola es venenosa, atontado.
Véanse las setas, productos naturales del campo de pe a pa. Este final de agosto ya han muerto tres boletaires por infartos y caídas en Cataluña, y cada año tienen que ingresar en los hospitales unos ochenta fungívoros gravemente intoxicados. Alguno muere y unos cuantos arrastran males toda su vida por culpa de esos malditos hongos. No está mal para un producto natural del campo.
Las flores no andan lejos. Cuenten ustedes las flores venenosas, tóxicas o nocivas por docenas. A modo de ejemplo, tenemos el azafrán de otoño, la azalea, la hiedra inglesa, la flor del tabaco, la glicina, la dedalera, el iris, la lantana, el acónito, la adelfa, la arveja dulce o el lirio, que parece tan inofensivo. ¿Les suena la cicuta? Súmenla a la lista. El laurel es alucinógeno. No les digo qué les puede pasar si se comen una flor de floristería, que ha conocido más insecticidas, plaguicidas y aditivos que el catálogo de la Union Carbide. Vayan con cuidado y no crean a nadie que promete mucho bueno por nada malo.
Con tanto burro suelto, si comer hierbas fuera lo natural nos veríamos pastando en el parque al salir de la oficina, pero no se da el caso... con frecuencia.
El laureeeeeeel? Está en la cocina de toda la vida. Ya decía yo... Ahora me explico unas cuantas cosas.
ResponderEliminarSí, señora mía, el laurel. Una buena infusión de laurel tiene efectos alucinógenos. Era lo que tomaban las pitonisas de Delfos. Palabrita de honor.
ResponderEliminar