El señor Rusiñol decoró su casa, el Cau Ferrat, con baldosas de cerámica pintada a mano de los siglos XVII, XVIII y XIX, por puro capricho de coleccionista. Cuentan, y no quiero dar crédito a mis oídos, que en los trabajos de restauración de este particular museo los paletas han ido a destajo y se han cargado algunas de estas baldosas (catalogadas y numeradas) como quien se carga las baldosas en la reforma de la cocina. Siguen contando, y sigo sin querer dar crédito a mis oídos, que uno de los responsables de la restauración quitó importancia al asunto, asegurando que conocía personalmente a un caballero que hacía baldosas de ésas mucho más bonitas y tiradas de precio, y que una por otra no iba a notarse la diferencia. Quiero creer que nada de esto es verdad.
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