Se han vuelto todos locos. En serio. Hace muy poco tiempo, un automóvil de un millón de euros era algo inaudito, una excentricidad. Hoy, podemos enumerar unos cuantos automóviles que se venden a millón la pieza, incluso más caros. Dicen que la industria del gran lujo hacía años que no crecía tanto, y será verdad.
El último en sumarse al club del millón es un Ferrari que pretende celebrar los setenta años de la marca, LaFerrari, que así lo han bautizado en Maranello, modestia aparte. Sigue la línea de los F40, F50, Enzo y tal. Es una locura, definitivamente.
No vamos a entrar en detalles de ingeniería, porque tiene de todo. Consigue 963 caballos de potencia gracias a un motor eléctrico de 163 caballos que sirve para ayudar durante los acelerones, que son de ésos que quitan el hipo. Pasa de 0 a 100 km/h en menos de tres segundos; de 0 a 300 km/h en menos de quince segundos. Para matarse antes de salir del aparcamiento, vamos. El motor de gasolina es un ocho cilindros con válvulas, pistones, turbos y qué sé yo. Si la dejan suelta, LaFerrari puede superar los 350 km/h.
Un detalle es que el asiento se hace a medida del conductor y si usted engorda, mal asunto. Porque el asiento no podrá ajustarse y está anclado firmemente en el suelo. Con esos acelerones, mejor no dejarlo suelto, dicen en Maranello. Se pueden ajustar los pedales y el volante, eso sí, pero el asiento se queda como está.
Se fabricarán 499. El día de la presentación del monstruo, ya había setecientos pedidos. Dos días después, más de mil. Siguen subiendo, a millón la pieza.
Ferrarista como soy, contemplo LaFerrari con grima y desconfianza. Me parece demasiado, más de la cuenta.
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