A la quinta va la vencida, esta vez. Los cardenales electores de la Santa Madre Iglesia Romana, Católica y Apostólica, la del Vaticano, escogieron papa la tarde de ayer. Mientras el cardenal químico echaba el colorante blanco en la estufa donde se quemaban los votos, organizando una humareda de Padre y Señor mío en el techo de la Capilla Sixtina, un cardenal argentino, jesuita, de apellido italiano y aspecto bonachón, un tipo, me cuentan, tímido y sencillo, muy conservador en los asuntos religiosos y amable en las maneras, etcétera, que ya se verá, un cardenal argentino, decía, era investido en ceremonia secreta con los poderes del papado.
Ha escogido el nombre de Franciscum, Francisco, y es el primer papa de tal nombre. Como es el primero, no hará falta emplear un numeral. Es decir, no será Francisco I, sino Francisco, a secas. Si hubiera un segundo Francisco, entonces sí que sería Francisco I y el segundo, Francisco II. Pero la prensa y el común añadirán el palito, ya verán ustedes. Bah, no tiene más importancia.
En resumen, Paco.
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