La prensa mallorquina publica la noticia con muchos detalles, como si quisieran pitorrearse de sus protagonistas. El pitorreo parece nacido de la envidia y se permite porque no han habido víctimas. ¿Envidia? ¿De qué?
Verán, la noticia relata que un caballero tuvo un accidente de tráfico con su coche nuevo apenas dos horas después de comprarlo, mientras paseaba con su hermano por una carretera de Mallorca. En efecto, a las dos horas de abandonar el concesionario, a las diez y media de la mañana, en el kilómetro 2 de la carretera MA-3470, que une Es Murterar con Alcúdia, el vehículo se le fue de las manos en una recta, precisamente. El vehículo se comió el guardarraíl y se cayó en el talud que hay en el arcén de la carretera. Quedó para el arrastre. En argot de las compañías de seguros, fue un siniestro total.
Cuando llegó la Guardia Civil, alertada por algunos automovilistas, no encontró ni al conductor ni a su acompañante. Creyeron que habrían salido despedidos y ya buscaban los cadáveres cuando los vieron llegar andando, por la carretera. Habían ido a avisar a la grúa, aunque el automóvil, recién estrenado, ya no tenía remedio. Las víctimas del accidente habían resultado ilesas, gracias a Dios.
La Guardia Civil investiga el accidente. El vehículo siniestrado, con matrícula alemana, atención, circulaba a demasiada velocidad. Ésa es la sospecha, aunque no existe todavía una versión oficial.
¿Qué tiene de sorprendente la noticia? Que el personaje que compró y luego estrelló su coche nuevo era un empresario de 47 años, propietario de una empresa de alquiler de automóviles en Alcúdia. El rico del pueblo y seguramente, extranjero. Que el vehículo que espachurró tan inoportunamente era, agárrense, un Ferrari 458 Spider, Italia, que los periódicos mallorquines valoran en 300.000 euros (creo yo que vale menos, pero eso es lo que dicen). Da lo mismo, ni que valiera la mitad.
La gente lee con una sonrisa en la cara y una malsana satisfacción en el cuerpo que un tipo con mucha pasta resulte ser un cretino que no sabe conducir, porque la Guardia Civil ha dado a entender que el conductor no estaba acostumbrado a las respuestas tan enérgicas y vivaces de un deportivo tan potente de tracción trasera. Los ricos se creen los amos del universo y tarde o temprano, paf, el universo pone los puntos sobre las íes. Los pobres somos así: envidiosos. Luego, cuando se nos va el Seat en el aparcamiento y lo rayamos contra una columna, lloramos y maldecimos.
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