Uno piensa que en época de crisis la gente huirá del precio de los espectáculos y se refugiará en la lectura en sus horas de ocio. No es un vicio caro y además existen bibliotecas. Con lo que cuesta un partido del Barça o un concierto de la Pantoja tiene usted para muchas horas de lectura emocionante y feliz. Mejor cultivar el espíritu que dar rienda suelta a los instintos primarios; mejor ilustrarse e iluminar el cerebro que oscurecerlo con zafiedades.
Uno es lo que piensa y uno resulta ser más tonto de lo que creía, porque no es así. El Gremio de Editores de Cataluña, el más poderoso de toda España, se lamenta conmigo. ¿Por qué? Porque se venden menos libros y se lee menos por culpa de la crisis. De la crisis y de la estulticia, diría yo, pero el gremio menciona sólo la crisis.
En general, los catalanes compramos menos libros, un 20% menos, que en 2010. Quien dice catalanes, dice españoles, porque el gremio no aprecia diferencia significativa entre las dos poblaciones de presuntos lectores. El que se consideraba lector, salía de la librería con el libro que había ido a comprar y dos más; hoy, apenas con uno. El catalán medio, como el español medio, no llegaba a comprar un libro al año (qué gran país, qué cultura). Ahora compra, pues, cuatro quintas partes de libro al año, o uno más barato.
El formato electrónico es ya un 5% de toda la edición, contando revistas y demás, pero también nota la recesión lectora y la crisis no hace más que animar a la piratería. Se espera que crezca y que produzca más beneficios, pero por ahora no nos sacará de ésta.
Los que publican en español, incluso en inglés, como exportan gran parte de lo que publican, sobrellevan mejor esta crisis, pero los editores en catalán, no, porque el lector de libros en catalán lee cada vez menos libros y el libro en catalán no se puede exportar. Fuera de España, donde se reúnen valencianos, catalanes, baleares, algunos aragoneses et altri, no existe prácticamente demanda de libros en catalán (quizá en el sur de Francia, no más).
En la lengua que sea, se editan y publican menos títulos y las tiradas son más cortas. De hecho, muchas editoriales tiran tantos ejemplares como soliciten las librerías, procurando ajustar la oferta a la demanda y reduciendo costes de impresión y distribución. La subida del IVA no hizo más que animar la fiesta.
En lenguaje culto, somos más burros que hace dos años y echamos la culpa a la crisis.
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