El arte y la fregona

El arte contemporáneo mantiene una lucha a muerte con los empleados de la limpieza de los museos. Cuanto más conceptual, peor. Fíjense que los empleados de la limpieza de un museo tienen estrictamente prohibido acercarse a menos de un palmo de cualquier obra de arte, pero ¿qué es una obra de arte?

A nadie se le ocurriría tirar un Rembrandt a la basura, pero sí vaciar un cubo lleno hasta arriba de colillas, botellas vacías y paquetes de tabaco. Era una obra de Damien Hirst, uno de sus famosos Ceniceros, y eso ocurrió en 2001.

Ningún empleado de la limpieza que se precie dejará a la vista del público una bolsa de basura llena de cartón y periódicos viejos. Eso encontró el encargado de la limpieza de una de las salas de exposiciones de la Tate Gallery, de Londres. ¡A quién se le ocurre dejar una bolsa de basura...! Se le ocurrió a Gustav Metzger, en octubre de 2004. Era, pardiez, una obra de arte fechada en 1960. Nueva creación de la primera presentación pública de un arte autodestructivo, se llamaba en montaje conceptual, ¿lo pillan? Consistía, copio, en una bolsa de basura colocada sobre una mesa cubierta de desperdicios.

Joseph Beuys, que falleció en su día, tuvo una relación tempestuosa con los empleados de la limpieza. Su performance titulada Bañera asquerosa quedó reluciente como los chorros del oro después del paso de la brigada de limpieza, que entonó lemas como ¿Quién habrá sido el guarro que...? mientras procedía con su trabajo y maldecía a los progenitores del artista.

Su Mancha de aceite sufrió peor suerte. Si de Bañera asquerosa quedó al menos la bañera, de la mancha de aceite que dejó en el techo de la Academia de las Artes de Düsseldorf no quedó nada. Limpito, limpito, quedó el techo, en 1986. La broma costó a la academia la friolera de 400.000 marcos de entonces.

Hoy sale en los periódicos que una obra de arte de Martin Kippenberger, ya fallecido, lo que explica una tasación de 800.000 euros, ha quedado destruida de manera irreparable en el Museo Ostwald, de Dortmund, Alemania. Traduzco el título del alemán: Cuando empieza a gotear desde el techo. Se trata de unas tablas de madera que simulan un andamio... Kippenberger sabría de performances, pero de andamios no tenía ni idea... Decía que simulan una especie de andamio que llega hasta el techo. A los pies de esa estructura (que cualquier día de éstos reciclan para la estufa), uno de esos cubos de goma que los paletas utilizan para mezclar el cemento. El cubo, manchado de cal, simbolizaba... No sé, la cal acumulada por la gotera, supongo.

El empleado de la limpieza no se lo pensó dos veces y pasó la bayeta hasta dejar la instalación limpia, limpita de cal. El director del museo se entero días después (sic) y le dio un ataque. ¿Se enteró días después...? Pues, si la obra sufre un daño irreversible y uno tarda varios días en enterarse...

En fin, Kippenberger se suma a la larga lista de artistas que ven destruidas algunas de sus obras por los empleados de la limpieza, que comenzó en Duschamps y todavía no ha terminado.

P.S.: Si alguno tiene feisbuc, que mire en la página Señoras de la limpieza que tiran obras de arte moderno a la basura. Como yo no tengo feisbuc, ya me dirán si está bien. La presentación de la página dice: Estos artistas han hallado en el personal de limpieza a sus críticos más agudos e inspirados. Rindámosles el tributo que merecen. Sea, pues.

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