En Florencia, más cerca del cielo (I)

La única manera de estar más cerca del cielo es echarse a volar. Como eso no sucede, uno tiene que conformarse con subir por las escaleras a lo más alto.

Hay tres edificios en la ciudad a los que uno puede subir y luego presumir de ello. En la taquilla le dirán que no hay ascensor, le anunciarán unos cuantos cientos de escalones y le dirán que allá se las apañe usted si no puede con ellos. Son la cúpula de la catedral, el campanario, también de la catedral, y la torre del ayuntamiento. Los tres edificios son parte inseparable del paisaje de Florencia.


Comenzaremos por un edificio civil, la torre del ayuntamiento, que unos llaman Palazzo Vecchio (el Viejo Palacio) y otros, Palazzo della Signoria (Palacio de la Señoría, el antiguo gobierno de la República de Florencia). Es a la vez museo (un gran museo) y sede del Ayuntamiento. Fue también residencia de los Medici hasta que se trasladaron al Palazzo Pitti, en el Oltrarno, al otro lado del río.

Cuentan que fue el gran arquitecto Arnolfo di Cambio el que comenzó a construir este palacio-fortaleza en 1299, pero murió antes de ver terminado el edificio. La torre de la que hablamos se conoce como Torre de Arnolfo.


Se eleva hasta los 94 metros sobre el suelo, metro más o menos. Su estructura es muy inteligente, aunque su apariencia sea un tanto desgarbada. No está centrada en el edificio, sino hacia un lado. Se apoya sobre una torre que existía antes justo ahí mismo, la torre de los Foraboschi, llamada también Torre de la Vaca. La Vaca era el nombre de la campana, no piensen ustedes ahora en la señora Foraboschi.


La torre la vemos ahora como algo bonito, pero era (en cierto modo, sigue siendo) un símbolo de poder y está preparada para repeler un asalto de la chusma enardecida. Porque un gobierno republicano como el de la Señoría, con los Quinientos al frente, no está libre de algarabías; y un Medici ejerciendo de tirano, tampoco. Un entendido en asuntos militares señalará por dónde tiraban con la ballesta o los agujeros en el suelo por donde echar piedras o agua hirviendo contra los asaltantes. La estrechez de las escaleras hace que un solo hombre, mejor si grueso, pueda detener a todo un ejército.


A mitad de la torre está l'alberghetto, el hotelito. Es una celda donde se encerraron en su día a presos que convenía mantener presos a toda costa. Allá esperó Savonarola su final y poco antes Cosme II de Medici, su exilio. El reloj es del siglo XVII y sustituye a otro más antiguo. Funciona todavía, y es puntual. Sólo tiene la aguja horaria y una esfera de doce horas. La torre cuenta con tres campanas, enormes, y en lo más alto, con una veleta de tres metros, con el lirio de Florencia y un león rampante. La de ahora es una copia; la original la guardan en el salón de plenos del Ayuntamiento y los visitantes pueden verla visitando el museo.


En la billetería anuncian 222 escalones, pero es una trampa. Porque para iniciar la ascensión hay que subir dos plantas del Palazzo Vecchio, que no son precisamente bajas, y luego plantarse en la entrada de la torre. No serán menos de 400 escalones, contando desde la calle. El esfuerzo vale la pena, especialmente si consigue llegar arriba cuando el tramonto (el anochecer). El espectáculo es bellísimo y si es afortunado puede ver como el silencio se hace añicos bajo el toque de campanas.

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