El Mercato Nuovo (Mercado Nuevo) se construyó durante la primera mitad del siglo XVI. Nuevo, nuevo, lo que se dice nuevo, no lo es mucho, y visto el percal, que me vengan con que Florencia es una ciudad moderna... Pues, sí, lo es. En lo que se refiere al arte, también, y mucho.
Me sorprendió encontrar obras de arte escandalosamente contemporáneas en la Accademia, compartiendo el espacio con los Esclavos de Miguel Ángel, a la vista del David, obras de Gormley o Penone, por ejemplo. El efecto, sorprendente. Al principio, provoca pasmo; luego, una singular complacencia. ¡Bravo!
Los responsables de los museos florentinos han hecho una apuesta muy arriesgada a favor del arte contemporáneo y durante este verano y hasta finales de otoño, expondrán en algunos de los más famosos museos de la ciudad piezas de la vanguardia entre los tesoros góticos y renacentistas de la ciudad. El contraste (pero también la armonía) es casi mágico, porque las piezas han sido escogidas con exquisito cuidado. Una maravilla.
En la calle abundan obras de arte contemporáneas, sólo hay que saber buscarlas. Unas son institucionales, llamémoslas así; otras, en cambio, responden a la humorada de movimientos alternativos.
La nueva zona universitaria o las reformas del barrio de San Donato también nos muestran una Florencia arquitectónicamente muy interesante, sin olvidarnos de los vestigios del racionalismo italiano.
Primo del arte es el diseño, que viene de disegnare, dibujar, y no vean ustedes cómo les gusta el diseño a los italianos. Lo encuentran queriendo o sin querer aquí o allá. Durante siglos, Florencia ha trabajado el cuero, la seda y la lana y hoy, sin lugar a dudas, algunos de los mejores diseños de moda y algunas de las mejores piezas fabricadas en Italia proceden de los talleres de insignes florentinos.
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