Tras los pasos de Stendhal

Uno viaja porque va de un sitio al otro; a veces, porque no tienemás remedio. Pero la figura del viajero se torna mítica. La vida es un viaje y el viaje es como la vida, fatal. El héroe, pues, viaja; es decir, se enfrenta a su destino, a lo que venga; sigue por el camino tan resuelto como la manecilla de un reloj.

¿Qué quieren que les diga? Yo prefiero ser un simple turista. Qué tonto, dirán. Turista... Pues, sí, por qué no.

Mi trágico destino me lo sirven y me lo como cada día, me guste o no. Un plato amargo, sin condimentos. No nací héroe, pero lo que hay que hacer para ir tirando... De aquí para allá, viajero, todos los días, y no me dan cuerda.


Lo que de verdad me apetece es ser dueño de mí. Tendría suficiente con creer serlo. ¡Qué solemne tontería! No será menos tonto pretender controlar las circunstancias, que son tantas. No doblegarse, sino inclinarse hacia donde uno quiera, no lo será menos. Rendir homenaje a los grandes hombres que me precedieron y conversar con ellos, de tú a tú, como si se pudiera, tonto que es uno.

Pero ¿saben qué les digo? Mejor tonto que viajado.


Para desgracia de todos, inventaron el menú turístico, y Mark Twain, de viaje por Europa, ya se reía del turista americano, recién millonario, que se pasaba los días de hotel en hotel detrás de un guía por ver si se le pegaba algo de cultura. Le Grand Tour se había convertido en una vanidad o peor, en una vulgaridad.


En el mejor de los casos, el turismo es un negocio; lo normal es que tanto turista suponga un engorro, porque el turismo puede semejarse a una plaga bíblica. Lo que no pudieron los elementos, lo pudo el turista, dirán, consternados.

Lo sé, no me descubren nada nuevo y no seré yo más o menos que los demás. Pero quiero ser turista, a mucha honra, y tonto por quererle dar gusto al ánima y vida a los sentidos. Por creer lo que dijeron Goethe y Stendhal, por hacerme ilusiones, tonto. Como tonto es uno por sonreír ante el fugaz momento en que, a pesar de tanta tontería, se vislumbra la belleza, la razón, la poesía, que son tres y una. Tonto por negarme a viajar, por ser, querer ser, turista.


Una semana en la capital toscana da para mucho y sabe a poco. Ha sido un regreso. Visité Florencia hace veinte años, un tanto pasmado. He vuelto, pues. Más sabio, no. Sólo más viajado, pero quisiera dejar atrás tantos viajes.

Así, pues, á la Stendhal.

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