Lecciones de Madrid


El pueblo de Madrid luchando por sus derechos.

En Cataluña ha pasado desapercibido el descalabro de los planes de privatización de la sanidad pública en la Comunidad Autónoma de Madrid. Es una lástima, porque el pueblo madrileño nos ha dado una lección de ésas que vale la pena aprender.

El gobierno madrileño, en manos del ala (neo)liberal del PP, la más extrema y thatcherista, quiso externalizar (eufemismo) la gestión sanitaria de los hospitales Infanta Sofía, Infanta Leonor, Infanta Cristina, Del Henares, Del Sureste y del Tajo. El concurso para privatizar la gestión de estos hospitales se convocó en abril de 2013. Llevaban un tiempo recortando y recortando y ahora comenzaba la privatización.

La sociedad madrileña se sublevó. Los ciudadanos salieron a la calle en apoyo del personal sanitario. A eso le han llamado, épicamente, la Marea Blanca. El apoyo de los madrileños ha sido decisivo. Eran conscientes de una cosa: se jugaban el pellejo, y nunca mejor dicho. Ganaron en la calle.

Pero también en los tribunales. Reclamaban justicia en la calle y con la ley en la mano. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid suspendió cautelarmente (i.e., por si las moscas) el concurso. Por mucho que el gobierno madrileño recurrió a esta suspensión, no consiguió nada. Se ha paralizado el proceso porque los jueces consideran que si la privatización sigue adelante, podría provocar perjuicios de difícil o imposible reparación (sic). Se llegó a lo más alto y los jueces decidieron, con una mayoría de 30 de 43 votos posibles, detener la privatización y dejarla sin efecto hasta que se resuelva el caso. 

El gobierno madrileño ha sido derrotado por los ciudadanos y los empleados de la sanidad pública, todos a una. Su presidente ha aceptado la dimisión del señor don Javier Fernández-Lasquetty, consejero de Sanidad. Esto es otro eufemismo: no ha tenido más remedio que ponerlo de patitas en la calle. Además, ha retirado los planes de privatización. Por el momento, con excusas de mal perder, pero los ha retirado. Ha sido una derrota política en toda regla. 

El pueblo de Madrid ha aprendido la lección y sabe que los derechos se ganan y se defienden. Tan difícil que vienen, tan fácil se van. Hay que luchar por ellos, siempre.

Insisto: Los catalanes tenemos que aprender de los madrileños. Lo digo en serio. Tendríamos que seguir su ejemplo. Echando un vistazo a lo que está haciendo nuestro gobierno (ultra o neo)liberal con la sanidad pública, no puedo concebir que los catalanes, en vez de sublevarnos y defendernos, nos tapemos los ojos con la bandera.

En primer lugar, los recortes en la sanidad pública catalana han sido muy superiores a los recortes que ha sufrido la sanidad pública madrileña o del resto de España. Pero no por una cuestión de déficit fiscal o por falta de recursos, sino porque así lo ha decidido el gobierno de CiU, con el apoyo del PP primero y de ERC después. Los recortes impuestos por el Gobierno de España fueron doblados en Cataluña, porque CiU ya tenía ganas de cortar y recortar hasta las raíces. Recordemos la primera frase pública del consejero de Salud de la Generalidad de Cataluña, en 2011, que fue recomendar a los catalanes que se apuntaran a un seguro médico privado. Luego se explicó mejor: la salud de los catalanes no era un asunto público, sino una decisión personal de cada uno. Ahí queda eso. En 2011, durante su primer mes en el cargo.

Don Baudilio, arquitecto y artífice del desmantelamiento de la sanidad pública catalana.

Desde que Artur Mas es presidente de la Generalidad de Cataluña, el gasto sanitario por habitante se ha reducido casi un 20%, se han doblado las listas de espera, se han cerrado plantas y quirófanos en hospitales, centros de urgencias y atención primaria, se han despedido a miles (miles) de empleados sanitarios y la mortalidad se incrementó un 5,6% en 2013, sin más causa aparente que el empeoramiento de la sanidad pública. Tal cual.

En segundo lugar, el proceso de privatización de la sanidad pública catalana está mucho más avanzado que el madrileño. Mucho, pero que mucho más avanzado.

Los responsables de la catástrofe. Ellos... y nosotros.

A nadie se le oculta que el objetivo de don Artur Mas y don Baudilio (a. Bío) Ruiz era y sigue siendo desmantelar el sistema público catalán para dejarlo en manos de consorcios privados o semiprivados que optarían a concesiones y franquicias. Su modelo, nunca lo han ocultado, era el holding Innova de Reus. A juicio de nuestros líderes patrios, ése era el modelo a seguir, con los ojos cerrados.

Dicho esto, les pondré deberes: Pregúntense quién era el señor Prat, busquen en los periódicos en qué ha acabado el holding Innova y la de cientos de millones de euros (sic) de déficit que han provocado en Reus. Sin lugar a ninguna duda, esa organización es, además, una fábrica y almacén de chorizos. ¡El modelo sanitario catalán!

Eso nos lleva al asunto de la corrupción en la sanidad pública catalana, que suma tanto dinero como docenas de casos Gürtel o casos Palau juntos... sin que a nadie parezca importarle lo más mínimo. Es fácil buscar en las hemerotecas, calculadora en mano, y sumar malversaciones de muchos, pero muchos, millones de euros. Se montó una comisión parlamentaria que nació censurada y murió peor, uno de los más lamentables espectáculos parlamentarios de los últimos tiempos. La prensa, excepto contadísimas y muy notables excepciones, calla. El público mira hacia otro lado. 

Ésta es una vergüenza nacional. Una vergüenza que los catalanes sufrimos en silencio, como las hemorroides. He estado a punto de añadir una obscenidad, una metáfora muy gráfica sobre los males del culo, pero no creo que haga falta.

Los empleados de la sanidad pública catalana no han contado con el apoyo de los ciudadanos y han sido menospreciados por la prensa. Es una opinión, la mía, que resulta fácil de sustentar si nos comparamos con Madrid. Nos dejamos robar, engañar y estafar, cegados por un populismo atroz, de bandera y pandereta. Somos imbéciles, siento decirlo, somos incapaces de distinguir amigos de enemigos. Luego nos quejamos de hemorroides, pero por algo será.

Para más inri, no la cubre el seguro.

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