Un cambio de rasante en positivo


Godofredo Guillermo Leibniz, inventor del optimismo.

Antes de Leibniz no existían los optimistas. Pero Leibniz aseguraba que nuestro mundo es el mejor de los mundos posibles (porque lo creó Dios) e inventó la palabra optimista, del latinajo optimum (el mejor), hacia 1710. La palabra tuvo éxito y se extendió por todas las lenguas europeas. 

Voltaire, el guasón incapaz de ver nada en positivo, pero sí reírse de ello.

En Francia, medio siglo más tarde, Voltaire ya se reía de los optimistas. Escribió una obra de teatro, Cándido, de donde saldrá cándido (simple, poco advertido, sin malicia), y suele ser cándido y bobalicón el llamado pánfilo, un optimista de pe a pa. 

Pero los optimistas son incansables, como la carcoma, y corroen todo lo que tocan. Ahora les da por ver las cosas en positivo, quieren que hagamos la digestión de las desgracias en positivo, que vivamos en positivo... y lo dicen tan contentos, sin que nadie se lleve las manos a la cabeza.

Les daré un disgusto: en positivo es incorrecto en español y también en catalán. Existe de positivo (de positiu en catalán), que quiere decir del cierto, seguro. El positivismo no es ver el mundo como algo chachi y guay, sino examinarlo con el único aparato del método científico, todo lo contrario de lo que predica el panfilismo imperante. No hay nada en positivo, ni un cambio de tendencia ni la posibilidad de tomarte las cosas en positivo. Te las puedes tomar bien o mal, mejor o peor, pero en positivo, no. Lo que vale para el español, vale para el catalán, exactamente lo mismo.

Con todo, en positivo es una expresión que tiene mucho éxito. Demasiado. La emplea todo quisque. Hasta don Artur Mas nos salió ayer en una rueda de prensa (eufemismo de monólogo ante un público formado por periodistas) diciendo que (atención) la situación actual es un cambio de rasante en positivo. Pero ¿qué demonios es un cambio de rasante en positivo?

Vayamos por partes. Un cambio de rasante es un cambio de pendiente. Que sea en positivo, no sé qué significa. Quien dice en positivo, dice en negativo. ¿Qué es un cambio de pendiente en negativo? ¡No tiene sentido!

Cambio de rasante convexo sin señalizar, en una curva.
Hay que extremar las precauciones.

Un cambio de pendiente puede ser convexo o cóncavo. Convexo cuando la cuesta arriba se convierte en cuesta abajo, por ejemplo, o la cuesta abajo se acentúa más; cóncavo, si la cuesta abajo se suaviza, o se convierte en cuesta arriba. Lo digo así para que se entienda. 

Por el contexto y la gesticulación, don Artur Mas sostuvo ayer que Cataluña se enfrenta a un cambio de rasante convexo, pues hasta ahora iba cuesta arriba por una zona de mala visibilidad (mencionó la niebla) y ahora será todo cuesta abajo. Se entiende tal que así porque desde lo alto de ese cambio de rasante, dijo, podía contemplarse el horizonte de país (¡otra! ¡de país!) desde las alturas. Poético y mal escrito.

La tierra prometida vista desde el monte Nebo.
Después de contemplarla, Moisés murió sin llegar a pisarla.
El monte Nebo ¿es un cambio de rasante en positivo del pueblo de Israel?

Las metáforas mesiánicas de nuestro líder patrio exigían subir a lo alto de un monte para ver nuestro futuro iluminado por el sol naciente, tal que sea bonito y de colorines. Moisés contempló la tierra prometida desde el monte Nebo. Que Moisés muriera justo después, que nunca llegara a pisar la tierra prometida y que toda su generación muriera en el desierto castigada por sus muchos pecados no parecen detalles dignos de recibo. Que tardara cuarenta años en llegar a la tierra prometida, tampoco. Su imitador se conforma con un cambio de rasante en una carretera leridana en vez de subir al monte Nebo y esos detallitos del desierto (¿de los Monegros?) los pasa por alto sin hacer ruido. Es lo que hay.

El Gran Timonel en su Audi A8 con chófer, justo poco antes de sufrir una iluminación.
En efecto, poco después contempló el horizonte de país desde un cambio de rasante en positivo.

Imagínense la escena. El Audi A8 (Cataluña) avanza rodeado de nieblas con el líder patrio en su interior (aunque conduzca el chófer). En éstas, llegan a un cambio de rasante y ¡oh, maravilla! Queda la niebla atrás y regresa la dolça Catalunya, pàtria del meu cor (estrofa de L'emigrant, de Verdaguer). En este preciso momento, el rostro de nuestro caudillo se ilumina y exclama: ¡Un cambio de rasante en positivo! Fantástico.

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