Lo único que podemos exigirle a un inmigrante es que cumpla la ley vigente, y la exigencia del cumplimiento de la ley también va por nosotros. Lo que hubiera más allá de esta obligación por ambas partes es metafísica. Ocurre que el problema de los otros es quizá la peor consecuencia de andar jugando con identidades y banderas. Se añaden al caldo paro y crisis, poca educación y una clase política sin entrañas, que tira del populismo por no poder tirar ni de ideas ni de credibilidad, y se obtiene una sopa muy indigesta. En Alemania provocó gases, ya me entienden.
El contrato de integración que ha propuesto el PP es uno de estos platos de mal digerir. Es aberrante en muchos aspectos. Curiosamente, es prácticamente imposible hacerse con un contrato de ésos en el sitio web del PP de Catalunya, aunque es fácil acceder a la nota de prensa en el que se habla de su presentación. ¿Existe tal contrato o es un apunte populista, por ver si así ganamos votos? No sé qué me preocupa más, si lo primero o lo segundo.
Quien lo propone afirma que, sin la firma de ese contrato, no habría ni permiso de trabajo ni permiso de residencia ni renovación de permisos ni nada. En palabras de la candidata del PP:
[...] el inmigrante debería comprometerse a cumplir nuestras leyes [faltaría más], a respetar los valores y las costumbres de nuestro país [¿qué valores? ¿qué costumbres? ¿Quién dice qué valores y qué costumbres? Porque es posible que yo mismo no respete alguno de estos valores y crea imprescindible cambiar alguna de estas costumbres], pagar sus impuestos y cotizaciones [faltaría más, y ya lo hacen], aprender nuestros idiomas oficiales en Cataluña [concesión de cara a la galería, pues el PP defiende que con uno solamente ya vale], a trabajar activamente para integrarse [¿qué significa esto exactamente? ¿qué quiere decir integrarse?] y a regresar a su país si por espacio de un tiempo ha quedado sin empleo y no tiene oportunidades de ganarse la vida [...].
¿Regresar a su país si en el espacio de un tiempo...? ¿Cuánto tiempo? La candidata propone consensuar entre todas las fuerzas políticas cuál sería este espacio de tiempo para el retorno voluntario del inmigrante a su país. Retorno voluntario... ¡qué eufemismo! Parece la neolengua de 1984.
Ya puestos, también podríamos expulsar a los ni-ni, en vez de subvencionarlos, y seguramente mejoraría la media nacional. Quien dice los ni-ni, dice, qué sé yo, las monjas de clausura, los pobres de necesidad, los artistas, incluso los políticos, porque son improductivos, no se han integrado en nuestra sociedad y no se ganan la vida con su trabajo. ¿No es lo mismo? ¿Qué diferencia hay?
Desgraciadamente, el discurso de los otros ha arraigado con fuerza en todos los partidos y en el conjunto de la sociedad. El panfilismo de ICV no es más que otra versión de lo mismo, y muy dañina; del PSC podríamos hablar mucho (la señora Alberich, de hecho, no para de decir y hacer estupideces en relación con el caso); ERC basa toda su ideología en la oposición entre nosotros y los otros; etc. El debate político en Cataluña hace ya muchos años que gira alrededor de los otros en vez de girar alrededor de nosotros mismos.
Sin embargo, quiero recordar que el primer partido que habló del contrato de integración fue CiU, en los mismos términos, exactamente los mismos, que el PP. Les inspiró un tal Anglada, concejal de Vic, de un partido que se define a sí mismo como identitario y populista, cuando podría definirse directamente como asqueroso. Creo que ya traté el asunto en alguna otra ocasión y me aburre tener que repetirlo.
En resumen, el Ku-Klux-Klan se presenta a las elecciones, con candidatos en todos los partidos.
El contrato de integración que ha propuesto el PP es uno de estos platos de mal digerir. Es aberrante en muchos aspectos. Curiosamente, es prácticamente imposible hacerse con un contrato de ésos en el sitio web del PP de Catalunya, aunque es fácil acceder a la nota de prensa en el que se habla de su presentación. ¿Existe tal contrato o es un apunte populista, por ver si así ganamos votos? No sé qué me preocupa más, si lo primero o lo segundo.
Quien lo propone afirma que, sin la firma de ese contrato, no habría ni permiso de trabajo ni permiso de residencia ni renovación de permisos ni nada. En palabras de la candidata del PP:
[...] el inmigrante debería comprometerse a cumplir nuestras leyes [faltaría más], a respetar los valores y las costumbres de nuestro país [¿qué valores? ¿qué costumbres? ¿Quién dice qué valores y qué costumbres? Porque es posible que yo mismo no respete alguno de estos valores y crea imprescindible cambiar alguna de estas costumbres], pagar sus impuestos y cotizaciones [faltaría más, y ya lo hacen], aprender nuestros idiomas oficiales en Cataluña [concesión de cara a la galería, pues el PP defiende que con uno solamente ya vale], a trabajar activamente para integrarse [¿qué significa esto exactamente? ¿qué quiere decir integrarse?] y a regresar a su país si por espacio de un tiempo ha quedado sin empleo y no tiene oportunidades de ganarse la vida [...].
¿Regresar a su país si en el espacio de un tiempo...? ¿Cuánto tiempo? La candidata propone consensuar entre todas las fuerzas políticas cuál sería este espacio de tiempo para el retorno voluntario del inmigrante a su país. Retorno voluntario... ¡qué eufemismo! Parece la neolengua de 1984.
Ya puestos, también podríamos expulsar a los ni-ni, en vez de subvencionarlos, y seguramente mejoraría la media nacional. Quien dice los ni-ni, dice, qué sé yo, las monjas de clausura, los pobres de necesidad, los artistas, incluso los políticos, porque son improductivos, no se han integrado en nuestra sociedad y no se ganan la vida con su trabajo. ¿No es lo mismo? ¿Qué diferencia hay?
Desgraciadamente, el discurso de los otros ha arraigado con fuerza en todos los partidos y en el conjunto de la sociedad. El panfilismo de ICV no es más que otra versión de lo mismo, y muy dañina; del PSC podríamos hablar mucho (la señora Alberich, de hecho, no para de decir y hacer estupideces en relación con el caso); ERC basa toda su ideología en la oposición entre nosotros y los otros; etc. El debate político en Cataluña hace ya muchos años que gira alrededor de los otros en vez de girar alrededor de nosotros mismos.
Sin embargo, quiero recordar que el primer partido que habló del contrato de integración fue CiU, en los mismos términos, exactamente los mismos, que el PP. Les inspiró un tal Anglada, concejal de Vic, de un partido que se define a sí mismo como identitario y populista, cuando podría definirse directamente como asqueroso. Creo que ya traté el asunto en alguna otra ocasión y me aburre tener que repetirlo.
En resumen, el Ku-Klux-Klan se presenta a las elecciones, con candidatos en todos los partidos.
El dichoso contrato es un brindis al sol populista para una galería estúpida. Suscribo todas tus palabras.
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