Sotheby’s no está pensada para pobres. Prueba de ello es la subasta que organizó el pasado martes en Ginebra, Suiza. Gracias al quién da más, Sotheby’s ha vendido 77 millones de euros en joyas, batiendo su propia marca de 50 millones de euros de 1993. Ahí es nada, 77 millones... La subasta ha sido muy animada y es una prueba más de vérnoslas con un mercado floreciente, alegre y divertido, a decir de los expertos. ¡Qué crisis ni qué narices! El mercado del diamante está la mar de rico.
Gran parte del mérito de tantos millones se lo lleva un pedrusco... perdón, un diamante de color de rosa, de 24 quilates (4,8 gramos). Nunca antes se había pagado tanto por una piedra en una subasta. Agárrense: ¡33 millones de euros!
Pero ¿quién ha podido comprarla? Un sujeto llamado Laurence Graff. Es uno de esos personajes de novela, un judío nacido en el East End londinense de padre ruso y madre rumana, en 1938. Era de familia modesta; su padre trabajaba en una sastrería y su madre, en un estanco. A los 14 años, el chaval deja la escuela y se convierte en un aprendiz de joyería. Pronto vende las joyas que él mismo diseña y no tarda en tener joyerías propias. En 1960, funda la Graff Diamonds Co. Se especializa en vender joyas espectaculares a millonarios que pueden pagar precios de escándalo. Además, Graff es accionista mayoritario de la Diamond Corp. de Sudáfrica, y controla Gem Diamonds.
Graff saltó a la fama cuando compró el Wittelsbach (Der Blaue Wittelsbacher), de 35,56 quilates (7,11 gramos) por 17 millones de euros, un diamante azul purísimo, único, de 24 mm de diámetro que había pertenecido a Felipe IV, rey de España, que había pintado Rubens y que había adornado la corona del rey de Baviera. El tipo lo volvió a tallar, le arrancó 800 milígramos y lo convirtió en el Wittelsbach-Graff, provocando un gran escándalo en el mundillo del diamante. Hasta el martes pasado, era el pedrusco por el que se había pagado más dinero en una subasta.
Poco durará esta marca. Graff ha hecho público que ha encontrado un diamante blanco de 185 quilates en una mina sudafricana. Imagínense la subasta. Me entra el vértigo.
Nota: La fotografía que adorna este apunte procede de la versión electrónica de El País.
Gran parte del mérito de tantos millones se lo lleva un pedrusco... perdón, un diamante de color de rosa, de 24 quilates (4,8 gramos). Nunca antes se había pagado tanto por una piedra en una subasta. Agárrense: ¡33 millones de euros!
Pero ¿quién ha podido comprarla? Un sujeto llamado Laurence Graff. Es uno de esos personajes de novela, un judío nacido en el East End londinense de padre ruso y madre rumana, en 1938. Era de familia modesta; su padre trabajaba en una sastrería y su madre, en un estanco. A los 14 años, el chaval deja la escuela y se convierte en un aprendiz de joyería. Pronto vende las joyas que él mismo diseña y no tarda en tener joyerías propias. En 1960, funda la Graff Diamonds Co. Se especializa en vender joyas espectaculares a millonarios que pueden pagar precios de escándalo. Además, Graff es accionista mayoritario de la Diamond Corp. de Sudáfrica, y controla Gem Diamonds.
Graff saltó a la fama cuando compró el Wittelsbach (Der Blaue Wittelsbacher), de 35,56 quilates (7,11 gramos) por 17 millones de euros, un diamante azul purísimo, único, de 24 mm de diámetro que había pertenecido a Felipe IV, rey de España, que había pintado Rubens y que había adornado la corona del rey de Baviera. El tipo lo volvió a tallar, le arrancó 800 milígramos y lo convirtió en el Wittelsbach-Graff, provocando un gran escándalo en el mundillo del diamante. Hasta el martes pasado, era el pedrusco por el que se había pagado más dinero en una subasta.
Poco durará esta marca. Graff ha hecho público que ha encontrado un diamante blanco de 185 quilates en una mina sudafricana. Imagínense la subasta. Me entra el vértigo.
Nota: La fotografía que adorna este apunte procede de la versión electrónica de El País.
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