Las ciencias sociales contemporáneas (ya saben: la antropología, la sociología, mucha de la psicología) hace ya tiempo que han huido del rigor y el método para asentarse en la opinión y esconderse tras palabros, y ahora está de moda opinar que las fiestas populares tienen su intríngulis. No iba a librarse la noche de Jálogüin (Halloween).
Halloween es una manera de pronunciar malamente Noche de Brujas, en inglés. Les ha faltado tiempo a los antropólogos para opinar que tiene un origen celta, que este origen se diluyó en las creencias cristianas y que fue exportado a los EE.UU. por los irlandeses que escaparon de la hambruna y la represión hacia 1840, porque si no tiene un origen bien mágico y bien celta, ya no es fiesta que valga.
Pero lo cierto es que la primera noche de Halloween que se conoce se celebró en Minessota... en 1921. Un baile de disfraces. De ahí, al cine. Del cine, a todo el mundo. No más. Qué celtas ni qué nada.
Halloween es una manera de pronunciar malamente Noche de Brujas, en inglés. Les ha faltado tiempo a los antropólogos para opinar que tiene un origen celta, que este origen se diluyó en las creencias cristianas y que fue exportado a los EE.UU. por los irlandeses que escaparon de la hambruna y la represión hacia 1840, porque si no tiene un origen bien mágico y bien celta, ya no es fiesta que valga.
Pero lo cierto es que la primera noche de Halloween que se conoce se celebró en Minessota... en 1921. Un baile de disfraces. De ahí, al cine. Del cine, a todo el mundo. No más. Qué celtas ni qué nada.
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