Qué quieren que les diga. De vez en cuando, un clásico alegra el cuerpo y distrae la mente. La guerra de los mundos (The War of the Worlds, 1898), de Herbert George Wells (H.G. Wells para los amigos) es de sobras conocida gracias a instrumentos tan notoriamente modernos como la radio o el cinematógrafo.
En 1938, otro Wells genial (Orson) emitió un drama radiofónico basándose en el relato y tan bien lo hizo que la gente se creyó que la cosa iba en serio. El programa provocó un pequeño pánico que ha pasado a la historia. En 1953, Byron Haskin dirigió una película basada en este relato, que ganó un Oscar por sus efectos especiales. Es muy divertida. En 2005, Spielberg filmó su propia versión, que no está nada mal, en la que gastó 132 millones de dólares... y váyanse a saber lo que recaudó.
Pero el encuentro entre los invasores marcianos y el ser humano que narra Wells sucede hace poco más de un siglo. Los marcianos aterrizan en algún lugar del oeste de Londres y avanzan, lenta, pero metódicamente, hacia la metrópoli, utilizando unos trípodes blindados, rayos calóricos, gases venenosos... y chupando la sangre al personal, que de algo hay que comer, caramba. Todo parece perdido, hasta que...
En fin, yo no les chafo el final, aunque quizá ya sepan cómo acaba. Pero la versión original, el relato sobre la invasión marciana, merece la pena ser leído. No será gran, gran literatura, pero qué más da: está muy bien.
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